viernes, 25 de septiembre de 2015

MOMENTOS DE VACÍO INTERIOR


Era una lluviosa tarde otoñal. El aire soplaba violentamente sobre los olmos marrones que iban deshaciéndose de sus hojas ya marchitas que caían sobre la calle. Los charcos aparecían y crecían agigantándose junto a los bordillos de las aceras. Pronto los coches rodarían sobre ellos salpicando a los viandantes. Víctor contemplaba su reflejo impasible en un charco en medio de la calle. No portaba paraguas ni llevaba chubasquero y la gente lo miraba extraño. Quieto, inmóvil, con los ojos agachados y la silueta empapada por la lluvia, no hacía nada por evitar calarse hasta los huesos. La gente comenzó a juzgarlo de loco y tarado por su actitud sin saber el origen de la misma. Lo que no sabían es que tal día como ese hacía cinco años que había fallecido su esposa y desde entonces Víctor cuidaba de la casa y mantenía a sus hijos sólo. Ejemplo de padre. Aquel día triste y plomizo en el que los niños estaban de excursión con el colegio, en el reflejo del charco vio su corazón vacío pues al llegar a casa no habría nadie y era un día muy marcado para él. Emprendió lloroso el regreso a casa. Las gotas de lluvia le caían por la cara y el pelo empapado le chorreaba. Comenzó a pensar que al fin y al cabo sus hijos crecían felices y una compañera de trabajo parecía estar interesada en él. Un esbozo de sonrisa mezclada entre la nostalgia y la ilusión por el futuro asomó a su cara. No todo serían tormentas ese otoño. Recordó la frase que le decía su madre los días que de pequeño estaba triste: Para que salga el arco iris hace falta que antes llueva.

jueves, 17 de septiembre de 2015

ARREPENTIMIENTO

Francisco era profesor de Filosofía en un conocido instituto de la ciudad. Era sabio y se jactaba de que siempre obraba a conciencia y jamás se había arrepentido de nada. Dominaba a la perfección las lecciones de los presocráticos Parménides de Elea y Heráclito de Éfeso, al mismo Sócrates, a su discípulo Platón y al discípulo del discípulo, el gran Aristóteles. Explicaba a sus alumnos que hay que actuar con convicción pues la duda y la incertidumbre llevan a la inseguridad y a la desconfianza y el resultado no es el deseado y nos deja inquietos. Y así lo hacía él. Por eso, Francisco, meditaba sus acciones y no se arrepentía jamás. Nunca hubo de pedir perdón pero tanto convencimiento de poseer la verdad absoluta le fue encerrando en la misma caverna del mito platónico que tanto le gustaba explicar a sus adolescentes alumnos. Con el paso de los años su carácter afianzado se convirtió en déspota y autoritario y fue olvidando que el alma encierra sentimientos muy necesarios para el buen funcionamiento de la vida, como pueden ser el perdón, el olvido o el arrepentimiento. Hubo un día que tuvo una discusión muy fuerte con su mujer y su mente, convertida en costumbre y ley de tener razón, tuvo que filosofar de verdad. La vio decidida a abandonarlo y llevándose en una maleta sus recuerdos, momentos, instantes, vivencias y sabidurías comunes. Es entonces cuando Francisco hizo gala de la mejor filosofía que puede uno aprender en la vida: olvidar el pasado y asegurarse un futuro. Salió de su caverna e intervino el arrepentimiento en potencia. Al instante obtuvo el perdón hecho acto.


viernes, 11 de septiembre de 2015

CONTIGO


Sentados cara a cara en una misma mesa sin nadie alrededor. Inclinados el uno hacia el otro en ademán de conjugar protección, confianza, seguridad y poder a partes iguales. La tenue luz de la bombilla de la lámpara que pendía del techo en el centro de la habitación alumbraba la escena. Con las manos aferradas al tiempo para que no se esfumase aquel instante de consuelo, estaban cogidos el uno al otro. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de ambos fruto de la impotencia, la rabia y la frustración. La situación era muy dura y amarga. No había escapatoria a esa dura realidad: en el paro, sin recurso alguno, sin poder sustentar la más mínima economía familiar, con hijos que mantener, amarrados a las cargas financieras, con la alacena vacía y con el peor enemigo que el hombre pueda tener acechando: el hambre. La desesperación y la amargura atenazaban sus almas ajadas. Qué injusta es la vida en muchas ocasiones. La ruleta del azar premia al malvado y castiga al noble. Sólo había una forma de consolarse y coger fuerza para seguir en la brecha y remontar el vuelo recíprocamente. Convertir la unión de sentimientos y fuerzas de un "nosotros" en dos potentes "contigo".


martes, 8 de septiembre de 2015

MOMENTO IDEAL

Tantas veces lo hubo soñado que cuando fue real no lo creía. Despejar cuerpo y mente con su compañera en la vida sin deberle nada a nadie, sin temores, sin perjuicios, sin ataduras de ninguna clase. Simplemente ser feliz por un instante divagando en sueños anhelados. Tantas veces lo había soñado... En el trabajo, en el supermercado, en la siesta de los Domingos, en el sofá relajado... Y así durante años y años. Sólo quería que llegase un día en el que sin pensar en la economía, en el calendario, en el que dirán o en el ya dijeron, llegase cansado de disfrutar un día en la playa de la mano de su amada a un bungalow de ensueño. Tantas veces lo había soñado... Y cuando ya estaba convencido de que no llegaría nunca el momento, llegó. Y llegó como una lotería de esas que sin jugar toca. Volvía al apartamento que habían alquilado en familia durante quince días en la Playa de Gandía. Estaba agotado de haber jugado con sus nietos en la arena. A su vez disfrutaba de ver a sus hijos felices en aquel Mediterráneo en el que los bañaba de niños. Y flotando en esos recuerdos, la arrugada mano de su esposa por el transcurso de los años cogió la suya con cariño y dirigió a casa sus pasos. Fueron tan sólo segundos, toda una vida de sueños que se cumplió en aquellos instantes en el que la felicidad y la libertad jugaron juntas de nuevo. Con el cuerpo y mente despejados cumplió siendo un anciano su momento más soñado.


viernes, 4 de septiembre de 2015

CAIDA LIBRE HACIA EL INFINITO

¿Os habéis parado alguna vez a contemplar a los niños saltar en las camas elásticas de la feria? Llega un momento en que no se sabe si suben o bajan pero la felicidad de todos ellos les delata en sus rostros. Los cuerpos estirados, las piernas rectas y los brazos subidos. Una posición cómoda para disfrutar en el aire de los saltos de la vida. Una figura capaz de hacer de una caída un impulso y de impulso una caída. No pierden la sonrisa fruto de la inocencia. Todos ríen entre ellos y disfrutan su trayecto aéreo sin importar si cuando uno sube el otro baja y al revés. Les gusta llegar más y más alto y cuanto más larga es la caída más alto suben en el siguiente salto. Sin embargo, en la vida adulta, cuando uno baja tiende a desear que el vecino también lo haga. Y cuando uno sube los demás lo envidian.  No se disfrutan igual las subidas y bajadas. No se aprovecha la felicidad del salto porque estamos más pendientes de si el otro está en posición de caída libre o de impulso. Realmente la posición es la misma. Disfrutemos como los niños. Saltemos y riamos de ver cómo todos volamos y celebramos éxitos, victorias, fortunas y alegrías. Y hagamos que cuando uno caiga coja impulso y lo eleve de nuevo al infinito. Los brazos arriba siempre y que todo salto o caída sea un triunfo en la vida.


miércoles, 2 de septiembre de 2015

CONVICCIÓN

Iñaki no se planteaba cuándo llegar ni cómo llegar. Sabía que llegaría. Creía en sí mismo y estaba convencido de ello. Cada vez que afrontaba un reto había actuado de igual manera: valoraba su convicción y si era positiva se enfrentaba a él sin miedo y con garantía de triunfo, pero si no salía bien parado de su juicio interno no lo afrontaba, al menos en esa ocasión. El miedo, la duda, la incertidumbre y la inseguridad eran barridas con la escoba del convencimiento. Y eso hacía que Iñaki obtuviera el éxito en todos los duelos en los que participase. No por ello eran fáciles. El camino a veces tiene duras cuestas que agotan mucho, otras veces tiene empinadas bajadas que acechan tu caída y otros tramos son llanos pero repletos de zarzas y espinas que dificultan mucho el avance. Pero la convicción es más fuerte que toda cuesta y toda maraña espinosa. Cuando alguien está convencido de lograr llegar al final, el propio sentimiento de convicción le regala dos bastones para el camino llamados perseverancia y constancia. Así se lo explicaba Iñaki a sus hijos y así se lo hubo explicado a él su padre y a éste su abuelo. Analiza la situación y si te ves convencido de lograr tu éxito, lánzate a por él con perseverancia y constancia. Con esos bastones sortearás todos los obstáculos entre la salida y la meta. Y recuerda, la convicción garantiza el triunfo. Nos vemos en la meta. Cree en ti. Convéncete.