En 1255 decidí renombrar el municipio del Pozo Seco de Don
Gil fundando Villa Real. Con los años llegaría a asentarme entre los colores
blanco y añil de sus fachadas y en el ocre de sus campos. Historia de la
historia de la villa. Me sentí involucrado con aquellas personas que dotarían escuelas
con mi nombre queriéndome y recordándome. Cuando Juan II concedió a la villa la
categoría de ciudad yo me alegraba de ver cómo se engrandaba la leyenda de mi
querida muy noble y muy leal Ciudad Real, capricho manchego en la Orden de Calatrava. Tiempo
después me otorgaron una butaca de lujo en el centro de la ciudad y presidí la
empedrada Plaza Mayor desde un humilde parterre que era el corazón de los
ciudadrrealeños. Contemplé la evolución y en los soportales de la Plaza dejaron de pasar los
carros y carretas para dar paso a los automóviles y motocicletas. Durante unos
pocos años estuve al amparo de la
Puerta de Toledo. Qué recuerdos de aquellos tiempos en los
que vigilaba la entrada y salida de la villa. De nuevo volví a la Plaza Mayor para
quedarme definitivamente presidiendo mi ciudad. He visto celebraciones, festejos,
ofrendas y sonreír a sus gentes. Hoy veo a un grupo de personas que contemplan
el novedoso carrillón y me gustaría contarles la historia de la tierra que
pisan. Retendré la imagen como una postal envejecida en los recuerdos añejos de
mi mente. Siete siglos y medio después la ciudad sigue viva. Parece ayer cuando
firmé la Carta Puebla.
Yo, Rey Don Alfonso.
miércoles, 25 de mayo de 2016
lunes, 9 de mayo de 2016
PURA AMISTAD
Michael y Charlie eran uña y carne. Se llevaban unos meses de edad y por eso no eran de la misma quinta, pero como si lo fueran. Uno era de Junio del ochenta y el otro de Marzo del ochenta y uno y podría decirse que para el Mundial de Naranjito ambos ya eran amigos en torno a un balón. Era una de esas amistades que por lo civil o por lo criminal saldrían hacia adelante. Estaba escrito. Vivían en la misma ciudad y crecieron juntos. Aún recuerdo una vez que jugaron un partido de fútbol con los chicos del barrio y perdieron de paliza. Todos los de su equipo se marcharon entristecidos pero ellos dos, más allá del resultado, marcharon sonrientes y abrazados por el buen rato pasado juntos. Cuando a uno lo dejó su primera novia con el alma rota allí estaba su amigo. Cuando al otro la vida le jugaba malas pasadas allí estaba su amigo. Siempre juntos aunque hubiera distancia. Podían transcurrir plazos de equis tiempo sin saber el uno del otro, pero ambos sabían que con un silbidito tipo Pepito Grillo allí estarían. Michael y Charlie eran el ejemplo de la amistad. Eran la lección pública de que un amigo de verdad siempre lo es pase lo que pase. Y es que los amigos son los hermanos que uno no tiene y la vida les regala. Y ya sabe que el amor entre hermanos es infranqueable. Así eran Michael y Charlie, infranqueables en su amistad. ¿He dicho eran? Eran y son. La pura amistad no termina.
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