Llorando en la cama hecha un ovillo le resbalaban lágrimas por las mejillas. Llevaba horas encerrada en su habitación y no entendía cómo habían llegado a esa situación. Era increíble que él no quisiera ceder y no la entendiera. Miraba el móvil sin parar esperando que sonase en cualquier momento y fuese Roberto llamándola. Ella se prometía no llamarlo. Si quería solucionarlo que fuera él quien diera el paso. Y cada segundo que pasaba, cada minuto que avanzaba en el reloj, la angustia la invadía y el orgullo se iba apoderando de ella. No y no. No cedería.
Enfurruñado en el sofá de su casa mantenía el rostro airado y los ojos secos. Los hombres no lloran, pensaba, mientras por su interior no podía contener un llanto ahogado. Era inaudito que ella no quisiera ceder y no lo entendiera. Miraba el móvil sin parar esperando que sonase en cualquier momento y fuese Noelia llamándolo. Él se prometía no llamarla. Si quería solucionarlo que fuera ella quien diera el paso. Y cada segundo que pasaba, cada minuto que avanzaba en el reloj, la angustia lo invadía y el orgullo se iba apoderando de él. No y no. No cedería.
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