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Raquel era física y astrónoma. Sabía de matemáticas igual que Iván pero aplicaba a los problemas una pizca de filosofía. Con su novio no iba la cosa demasiado bien. Demasiados divisores para un único dividendo no daban lugar a un resultado agradable. Y el resto... El resto mejor desecharlo porque nunca salía exacto y dejaba a Raquel sin saber dónde echarlo. Hay que echar el resto dice el dicho. Pero las leyes de la física no dicen dónde. Por las noches quedaba con Iván para despejarse de sus incógnitas. Ella no podía calcular la distancia exacta con un divisor tan variable. Él solía solucionarle algún problema resolviendo la ecuación bajo la luz de las estrellas.
Una noche Iván y Raquel hartos de sus otras dos mitades en la operación, dieron con la fórmula exacta y el resultado correcto. Desecharon su otra media parte errónea de relación y fundiéndose en un beso unieron las dos mitades que ellos conformaban dando lugar a una unidad perfecta, sin restos ni divisores.
La suma universal en el amor no es uno más uno igual a dos. Es medio y medio igual a uno.
La suma universal en el amor no es uno más uno igual a dos. Es medio y medio igual a uno.
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