Sergio caminaba por la ciudad ensimismado en los pensamientos que le evocaban aquellas luces. Le fascinaba ver la diversidad de bombillas y coloridos que adornaban la ciudad. ¿Acaso no era un lugar precioso para que el hombre caminase? Le apasionaba ver las grandes avenidas de Madrid engalanadas de luces de colores cuando se acercaba la Navidad. Sol, Gran Vía, Callao... lucían un enjambre de luminosas bombillas que entretenían felizmente la vista y el pensamiento de Sergio. También conocía así vestida a la flamenca y andaluza ciudad de Sevilla donde el espectáculo de luces coloridas puede apreciarse paseando por Tetuán y andén del Ayuntamiento hacia Plaza Nueva y Catedral a través de la Avenida de la Constitución. Una estampa digna de detenerse a contemplar y de avanzar lentamente sumergiéndote en ella hasta llegar a formar parte de ella misma. Incluso Sergio sentía esa misma paz y felicidad interior cuando en su Ciudad Real natal comenzaba a vislumbrar desde lejos las bombillas que iban trazando caprichosos dibujos desde calle Mata hacia Lanza por San Pedro, para llegar por Cuchillería a la Plaza Mayor. Estuviese donde estuviese le enamoraba ese paisaje luminoso. Ya fuera Navidad, Ferias o cualquier evento en que las ciudades se adornan, a Sergio le gustaba disfrutar tranquilo de esa visión. Le recordaba cuando estuvo un mes de Agosto en Nueva York y sus ojos enloquecían frente a los luminosos distribuidos por todo Time Square. Podía estar tiempo embobado contemplando aquello. Sergio era feliz admirando aquellas luces y en esos ratitos no molestaba a nadie ni nadie le molestaba a él. Pequeñitos detalles. Con qué poco puede ser feliz una persona, pensaba sonriente mientras seguía paseando por alguna mágica ciudad.
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