martes, 29 de marzo de 2022

MATRIUSKA

No sé si empezar por el principio o por el final. Cual muñeca rusa era esa mujer. Guardaba su esencia en la más pequeña y mostraba su visión en la más grande. Pero era única. Entre una y otra muñeca podían divisarse otras tantas que juntas conformaban una indisoluble unidad y persona. Durga invitaba a la aventura en su conocimiento y podía expresar una forma u otra dependiendo del estado del ánimo, del día o de la influencia de los astros. Creo que con la luna tenía un imán especial igual que ésta con las mareas, aunque no descarto que tuviese parte de los cuatro elementos vitales pues en Durga podía entreverse tierra, aire, fuego y agua. Eso atraía de ella y, a la vez, la convertía en imprevisible. ¿Qué muñeca será hoy? Era pícara, amable, perversa, bondadosa, seria, risueña, cariñosa, arisca, remolona e inquieta, todo a la vez, con un espíritu felino indómito que sólo ella dominaba y que llamaba a la caricia y te hacía estar en alerta a la vez. Lo he dicho antes: era única. Bajo mi prisma, no es que tuviera varias personalidades, es que tenía una tan variada y marcada que aunque siempre se la viera con el mismo rostro, igual que a una matriuska, podía empequeñecerse o agigantarse sin dejar de ser ella misma. Y eso es mágico y conlleva siempre la sorpresa. ¿He mencionado que también era divertida, adorable, juguetona, inteligente y abrazable? Pues también. Durga tenía dentro de sí muñecas para cada ocasión, sólo había que dejarla que fuera ella quien las mostrase, cuando quisiera, donde quisiera y a quien quisiera.


 

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