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Apotronado en el sofá con el corazón hecho pedazos creía que jamás volvería a llenarse de vida. Tan grande era el cúmulo de sentimientos desaparecidos y perdidos que el vacío se hacía eterno en su interior. Y cuando menos lo esperaba y de la forma más insólita, ataviado con un ramo de rosas y un corazón latiendo de nuevo, se presentó en su morada cabalgando sobre una vespa y le dibujó una sonrisa en la cara. Nunca sabes cómo, cuándo, ni dónde. Pero es así. Y es que el amor no se busca. Se encuentra.
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