viernes, 29 de julio de 2016

EL MAESTRO

Aquel profesor era muy querido por sus alumnos. Les enseñó los verdaderos valores y conocimientos necesarios para vivir del mejor modo posible a la vez que les impartía las clases enseñando el abecedario, a leer y a escribir, a restar y a sumar, ciencias sociales, naturales, plástica y a hacer gimnasia. Era un profesor todoterreno de los que ya no quedan. Trataba a todos los niños con cariño, les daba caramelos y alguna vez se llevó la guitarra a clase y cantó con ellos canciones de campamentos. Los chicos lo querían mucho y lo llamaban Maestro. Siempre obró igual con todas las generaciones de estudiantes que pasaron por su aula y decía que les regalaba su legado: sabiduría y vida.
Cuando los alumnos crecieron y cada uno emprendió su camino, se dieron cuenta del real valor de aquellas enseñanzas y las pusieron en práctica. No todas las lecciones de la vida son de conocimientos o aprendizajes. Tuvieron hijos y les inculcaron aquellos valores. Y aquellos hijos a los suyos. Y así se repetiría una y otra vez por más generaciones que a las que el Maestro enseñó. Los años siguieron pasando pero las lecciones se mantuvieron igual pues eran doctrinas universales que no venían explicadas en los libros. Y cuentan que a día de hoy un viejo profesor, hijo y nieto de profesores a su vez, que camina por las calles de la ciudad apoyado en un bastón, cuando ve un grupo de niños que tras jugar juntos al fútbol hablan de los deberes de la escuela, mira al cielo y musita: maestro, tu legado sigue en pie, sabiduría y vida.