miércoles, 2 de diciembre de 2020

PAJAROTO

Dicen de él que es un hombre peculiar. Nunca se puede adivinar en su mirada si habla en serio o si lo hace en broma. Sus rasgos faciales son traviesos, risueños y aventureros, a la vez. Imposible por eso descifrar su tono de sorna o de realidad cuando cuenta historias. El caso es que por ello no pasa desapercibido y narra curiosidades a todo el barrio. Sabe cosas de antes y de rabiosa actualidad y siempre da conversación a todos. Es entrañable y tiene los ojos grandes y abiertos pero sabe entornarlos hasta lo más mínimo para escudriñar secretos. Jamás se sabe si divaga, sospecha o vislumbra cuando lo hace. Se comenta que peina unos sesenta años y desde su niñez tuvo vista de pájaro y no se le escapa un detalle. Almacena en su alacena del alma retazos de raigambre y los saca a la luz cuando el momento era preciso. Basta añadir alguna palabra más a los "Buenos días" y él, como buen entendedor, aprecia que es idóneo iniciar una charla. Sus palabras calan siempre sin saber si son invención o realidad, atrapan desde el principio y no dejan indiferente al interlocutor ya sea niño, adolescente o adulto. Además ocultan un mensaje y dejan moraleja. Seguro que en este preciso instante está forjando nuevas historias y adaptando sus pupilas a las nuevas luces de la vida. Si lo veis por la calle, hablad con él. Os gustará lo que os cuente, no sabréis si real o inventado, pero os dejará ganas de más. Y aprenderéis.


jueves, 5 de noviembre de 2020

FERIA DE CÓRDOBA

La pandemia había arrasado con los cimientos de su vida. Había perdido a su madre por el maldito coronavirus, su empresa había quebrado despidiéndolo de su trabajo y vivía sólo desde hacía tiempo. El banco no perdonaba los recibos cada día primero de mes. Se anticipaban unas Navidades muy duras. En la mesa sólo habría dos platos, uno de ellos vacío. Las uvas de Nochevieja bastarían con medio racimo. Quizás ni cocinase. Cualquier cadena de comida rápida podría cumplir perfectamente el encargo de llenar su estómago vacío y en Mercadona con un billete de cinco euros, vueltas incluidas, podría adquirir una botella de sidra marca blanca y una tableta de turrón. ¿Para qué más? No tenía ganas de nada y si lo hacía sería por brindar por el pasado pues el futuro no tenía visos de mejora.
Sentado en el sofá miró la foto que tenía con su mujer del día que se conocieron. Fue en la Feria de Córdoba. Tenía veintipico años y la vida le sonreía. No como ahora. ¿Por qué tanto castigo? Él siempre hubo sido una persona buena, noble y honrada. Ella falleció hacía unos años de una mala enfermedad.  Le rodaron dos lágrimas por las mejillas. Ya había dado todo y estaba agotado. Le bullía la cabeza. Notó un calambrazo en el pecho y su espíritu se marchitó de golpe. Se llevó una mano al corazón dolorido  roto y se fue quedando dormido en el sofá para no despertar jamás. Se marchó, sin pena ni gloria, de esta vida miserable.


miércoles, 23 de septiembre de 2020

RETRATO

Hoy me miraba el alma frente al espejo. Siempre se ha dicho que la cara es el espejo del alma y por eso hoy lo he hecho al revés. Me he mirado el alma y de acuerdo a lo que he visto he sabido cómo tenía la cara. El reflejo me ha devuelto en su visión unos ojos entornados batiéndose en lucha entre la sonrisa y la preocupación. La nariz, afilada, estrecha, sin rasgos judaicos pese a ello, abría sus orificios  al máximo desprendiendo una respiración amplia, pausada, armónica, acompasada al pensamiento que ocupa en esos momentos la cabeza. La boca cerrada como cuando se cavila pues mantenerla abierta implica estar en Babia. La mirada entornada, con los ojos cerrados y los párpados a punto de despegarse para ver el mundo real y dejar de ver el mundo interior que, en ocasiones, es mucho más real que el exterior. Y así era. El reflejo no miente y ha mostrado lo que ve. Además todo encaja y los sentimientos se reflejan en el rostro perfectamente integrados, careciendo de sentido que aflore una sonrisa entre lágrimas de llanto o se dibuje una nariz henchida en un momento de agitación.
Todos tendemos a sentenciar el interior de una persona viendo su cara en un determinado momento y somos conscientes que en realidad no sabemos lo que a su alma acaece ciertamente. Lo que no todos hacemos es mirar nuestra alma al espejo y así saber la cara que mostramos. Entenderíamos mucho más porque nos tratan de una manera o de otra.


miércoles, 29 de julio de 2020

AINHOA Y BERTA

Nunca vi mejor conjunción en la sonrisa que la que ambas formaban juntas. Eran el perfecto fiel de la balanza para acometer cualquier empresa y que siempre se alcanzase el equilibrio. Cuando la una estaba triste, la otra compensaba con alegría. Cuando la otra estaba lejos, la una garantizaba cercanía. Ainhoa y Berta eran íntimas amigas y me gustaba verlas felices y seguirlas en sus redes sociales. Terminaba alegre viendo sus publicaciones. Lo pasaban genial juntas, nunca faltaban planes entre ellas y compartían infinidad de vivencias. Se complementaban hasta tal punto que una lágrima de Berta servía para hacer más limpia una risa de Ainhoa. Transmitían, seguramente sin saberlo, la más perfecta y entrañable definición de amistad. Aún viviendo casi juntas cada una pertenecía a un municipio y cada uno de ellos a una provincia de una autonomía diferente. Curioso pero real. Tan cercanas y tan lejanas. Sin embargo, su unión era tan palpable que no había nunca separación entre ellas dos y, me atrevería a decir que, sus pensamientos estaban ligados de modo tal que con mirarse y sin necesidad de palabras o con oírse y sin necesidad de miradas, sabían a la perfección el estado de ánimo de una y otra y lo que necesitaban mutuamente en ese momento las dos. Ainhoa era la prudencia, la sensatez, la cordura y el sosiego. Berta era el descaro, el ímpetu, la locura y el huracán. Juntas eran la mezcla precisa y concisa. Siempre cercanas, entremezcladas sí y a la vez manteniendo sus esencias. Entrañables, mágicas, amigas.

martes, 21 de julio de 2020

A MIS CINCUENTA Y DIEZ

A mis cincuenta y diez, sesenta dicen que aparento, he vuelto a tener mariposas en el estómago. Cuando una mortal enfermedad se llevó de mi lado a Amalia no pensé que volvería a sentir vivo mi corazón. Todo el mundo decía que el tiempo todo lo cura y terminé aborreciendo la frase y a todo aquel que me la decía. De hecho, ni siquiera sabía el tiempo que me quedaría a mí por vivir en ese sin vivir en el que se había convertido mi vida. Fueron transcurriendo los lustros entre Navidades llenas de lágrimas y propósitos de año nuevo y mi corazón, cerrado por derribo, maltrecho y ajado, se limitó a seguir latiendo por inercia. Y sin ser consciente de ello el tiempo fue pasando y Amalia ya llevaba casi dos décadas brillando entre las estrellas. Si algo tenía presente era su recuerdo, si bien el dolor se iba mitigando. Quizá fuese por acostumbrarme forzosamente o quizá porque aquellos que decían lo del tiempo tuvieran razón.
A mi vecina Paqui le pasaba algo similar. Eduardo, su marido, murió en un trágico accidente. Llevaba años sin verla sonreír. Sólo lo hacía cuando la visitaban sus nietos y les daba las rosquillas que había hecho para ellos, pero eso ocurría pocas veces porque su único hijo residía fuera, a bastantes kilómetros. Ambos nos entendíamos con mirarnos puesto que los dos sabíamos del dolor que conllevaba la pérdida. La empatía era mutua. Es más, de tanto hablar con la mirada, un día revolotearon de nuevo mariposas en mi vientre. Y creo que en el suyo también. En la tierra se dibujaron sentimientos y en el cielo brillaron dos sonrisas. ¡Qué cosas! A mis cincuenta y diez, sesenta dicen que aparento.


miércoles, 8 de julio de 2020

LO ÍNFIMO

No sé si es un sueño, una teoría o una leyenda. Cuentan que una vez la Madre Tierra se enfadó con su hijo el Hombre. Ella le había dado todo y él se dedicaba a no cuidarla y respetarla. Se creía poderoso, gran dominador de la tierra, el mar y el viento, señor de castillos y doncellas, de grandes construcciones y de torres con princesas en lo alto, dueño de cultivos, huertas y parcelas robadas al monte sin reparo, propietario de los bosques que aniquilaba para poner en ellos hormigón y piscinas artificiales, usufructuario sin límite legal que vertía sus miserias contaminantes a los arroyos, ríos y lagos causando desastres en el mar. Alguna vez la Madre Tierra dio señales de enfado y recuperó lo que era suyo. La vida al final siempre se abre paso, pero el Hombre, convencido de su poder, con grandes máquinas y armatostes siguió su guerra contra sus propias raíces, contra su más íntimo origen, contra su propia génesis. Aguardaba que si alguna vez llegaba un enemigo sería grande, corpulento, visible en la distancia, fácil de localizar, dominar y derrotar. El Hombre creía que todo lo podía y la Madre Tierra estaba cansada de sufrir. Y ocurrió como ocurrió la vida. Avanzó en silencio, invisible, sin detención y logró su cometido. Algo tan ínfimo en tamaño como un virus puso en jaque toda la inmensa jerarquía del Hombre. No se puede morder constantemente la mano de quien te da de comer por creerte superior y no tenerle el respeto que merece. Lo ínfimo puede derrotar a lo supremo como un eterno David que siempre vence a Goliat.


viernes, 26 de junio de 2020

EL BOSQUE ANIMADO

Me encantaría vivir en un bosque animado donde no existiera el hambre ni el sueño, donde pudiera comer o dormir según quisiera y apeteciera, donde Caperucita fuera feroz y el lobo encantador, donde Peter Pan no volase sino corriese por senderos y caminos, donde Campanilla cambiase Londres por las copas de los árboles y el Capitán Garfio descansase en una hamaca, donde los gnomos fuesen reales y jugasen al fútbol con los trolls en mitad de una pradera rodeada de eucaliptos y pinos, donde Gargamel llevase de excursión a los pitufos y merendasen todos juntos en casa de la abuelita, donde los siete enanitos contasen chistes entre vasos de limonada, donde oliera a aromas de café recién molido, de pan recién horneado y de ropa recién lavada, donde el cielo fuese azul todos los días y las noches estrelladas, donde los colores brillasen independientemente de la luz que recibieran sin hacer sombras jamás, donde todo ser tuviera cabida y estuviese hecho de cariño, sonrisas y bondad, donde hasta las piedras sintiesen (si es que no lo hacen) y reflejasen los destellos de la luna, donde la Bruja Avería reparase todo lo que se estropease y el trenecito de Barrio Sésamo circulase siempre entre las juguetonas hojas del otoño mientras Espinete hace reír a los mayores recordando los inviernos y Don Pimpón juega con los niños a soñar la primavera. ¿Te encantaría a ti también?


martes, 9 de junio de 2020

IN MEMORIAM

La vida es tan caprichosa que a caprichos nos deja encaprichados. Cuando recibí esta imagen me enamoré de ella y la guardé celosamente en el maletín de borradores para derramar unas líneas sobre ella que seguro emanarían de mi tintero solas. Pero el capricho del destino era distinto y si a mí me evocaba un bosque llorando no sabría la causa hasta que hoy, cuando la fuerza del sino ha querido. Que se desprenden nubarrones y cuanto más la miro más húmedos están los árboles de los bosques de Montanuy mientras les resbalan las lágrimas por el tronco, es obvio. Que esos colores difuminados en tierra generarán un arco iris en la bóveda celeste mientras seguimos suspirando aquí abajo por un beso de la flaca, no me cabe duda. Que estas letras sean un pequeño homenaje para tu grandeza pues los que formamos Pictura et Verba crecimos entre cervezas mientras tu voz sonaba de fondo en los pubs, también. Que todo me parece bonito, bonita la paz, bonita la vida, bonito volver a nacer cada día, bonita la verdad cuando no suena a mentira, bonita la amistad, bonita la risa, bonita la gente cuando hay calidad, es una lección tuya que jamás olvidaré. No imaginé que el uso que daría a la imagen fuera éste, pero es para ti. La vida es tan caprichosa que a caprichos nos deja encaprichados.

Descansa, Pau. Seguiremos cantando tus canciones.


viernes, 29 de mayo de 2020

¿ESTÁS AHÍ?

Dice una canción de Alejandro Sanz que cuando nadie me ve, a veces me elevo, doy mil volteretas, a veces me encierro tras puertas abiertas, a veces te cuento por qué este silencio y es que a veces soy tuyo y a veces del viento. De todos modos y siendo consciente que esas veces nadie me ve, siento como si lo que hago lo vieses. A decir verdad me encantaría que lo vieras. Cómo canto mis canciones favoritas dominado por tu recuerdo, cómo dibujo intentando hallar la perfección imaginando tu mirada, cómo fantaseo bailando con un jersey como si te abrazase y me atreviese a besarte, ¡al fin!, a la caída del sol mientras las últimas luces del día se difuminan en tu cabello y me sorprende la luna cogiéndote de la mano.
Y me encantaría que así fuera y, sin embargo, me escondo en mi vergüenza y a la vez me asomo por una rendija por si hicieras tú lo mismo. ¡Lo que daría por verte cuando nadie te ve! Porque seguro que cuando nadie te ve, actúas como yo cuando nadie me ve. Y te escondes y también cantas, dibujas bailas, sueñas e imaginas. Y te asomas con disimulo por si me ves. Dí la verdad. A los dos nos gustaría abrir una pequeña rendija en nuestros sentimientos íntimos y susurrarnos un "¿estás ahí?" y que se cruzase un sí en las dos direcciones.



martes, 26 de mayo de 2020

LIBERTAD

Bien podrían empezar estas líneas como la canción de Pimpinela "Pega la vuelta". Hay veces que hasta el corazón se ve dominado y eso que el amor es indominable. Sin embargo, la gran mayoría de los sentimientos sí son dominables aunque no lo parezca. Y eso conlleva que puedan ser sometidos por nosotros mismos o por otra persona. Un arma peligrosa, sin duda. El peor chantaje que se puede hacer a una persona es el emocional sabiendo que se dominan sus sentimientos. Abusar del amor de una persona para someterla es mezquino. Tomar los hilos de su corazón para moverlo como una marioneta es horrible y lamentablemente ocurre en ocasiones. La grandeza del ser humano tiene su vertiente en la bondad y en la maldad. Por eso hay un sentimiento igual de poderoso que el amor: la libertad. Es la única manera de equilibrar la balanza interior aunque sea doloroso y lleve tiempo. El gozo que da el sentimiento de libertad al desprenderse de algo tóxico es insuperable. Implica poder decidir por uno mismo dónde ir, qué hacer, cómo actuar. Ser libre es el bien más preciado de una persona. Desafortunadamente hay veces que es incompatible con el amor. Por eso dicen que el amor de verdad no tiene ataduras. Si las tiene y merman la libertad, libera tu corazón de ellas y sé libre. Pega la vuelta. No lo dudes.


viernes, 22 de mayo de 2020

EL SECRETO DE AMANDA

Amanda tenía un secreto. Bueno y unos ojos azules preciosos también. Cuando no la veía nadie, se acercaba a la estantería de su cuarto, sacaba de su escondite su libro favorito y leía historias fascinantes. Luego con una encantadora sonrisa las contaba a quien sabía que las escucharía con atención. Jamás dijo a nadie donde guardaba celosamente tal libro, ni quien era el autor, ni dónde poder adquirirlo. Sólo decía que era mágico. Nos tenía a todos intrigados y deseosos de tener un libro igual.
Un día la ruleta de la fortuna jugó a mi favor y Amanda me contó una aventura de las que había leído. Me gustó doblemente porque disfruté escuchándola y porque me alegró que me eligiera como oyente. Me habló de un bosque mágico donde el cielo cambia de color dependiendo de tu estado de ánimo. Cuando tienes un día gris se oscurece y cuando tienes un día rosa brilla el sol, pero siempre aprendes algo nuevo y finalmente se dibuja un arcoiris precioso. Me fascinaban esas historias y como ese día lo tenía gris le pregunté a Amanda si me dejaba su libro para leerlo un poco y evadirme. Se rió y me dijo que eso sería desvelarme su secreto y un secreto desvelado pierde su esencia. A cambio me prestó otro libro con la condición de que lo abriese al llegar a casa y no antes. Acepté y me entregó un libro forrado del que no pude ver ni el título.
Cuando llegué a casa, entre nervioso, intrigado y ansioso, abrí el libro de Amanda. No tenía nombre siquiera y las páginas estaban totalmente en blanco. Me quedé absorto contemplándolo. Sabía que algo quería decirme y que no se trataba de una broma. Me quedé pensando y entonces lo entendí todo. El libro mágico no existía. Las historias que ella contaba eran inventadas y la única finalidad era conseguir una sonrisa en quien las escuchase y necesitase. ¡Qué grande! Automáticamente cogí el teléfono móvil y le envié un whatsapp de cinco palabras, escueto, directo, sin rodeos: "Amanda, he descubierto tu secreto". Enseguida pitó mi móvil con un mensaje de vuelta y un emoticono de guiño de ojos: "No se lo digas a nadie".


martes, 19 de mayo de 2020

RONCES-PORT

En un rincón del alma donde se juntan los recuerdos con las esperanzas me encontré ayer en sueños. No sabía si estaba en el pasado o en el futuro. No sabía si en mis sueños había estado en un pasado Roncesvalles o en un futuro Somport, ambos eran montañosos y me evocaban aromas de otros tiempos, de peregrinos de antaño y de esperanzas por descubrir. El caso es que el paraje era una cordillera de las de antes y frente a ella un desierto, pero ni las cumbres tenían nieve ni las arenas dunas. El cielo lo surcaban extrañas naves espaciales muy coloridas lo que hacía de la estampa que pareciera una postal del futuro que recorrería el mundo en un saco de correos del pasado. A la vez, en el suelo había vegetación de la de siempre y vehículos de los nunca aún conocidos. Era una sensación extraña en la que lo único contemporáneo era yo. Sin embargo no me asustaba la incertidumbre de volver a tiempos pasados, de esos que se dice que siempre fueron mejores. Y tampoco tenía temor de estar en tiempos futuros en los que no sabría desenvolverme por no saber cómo había llegado a ellos.
Cuando desperté me ratifiqué en la creencia de que hay que vivir el presente pues es lo único cierto.  Estuve entre el ayer y el mañana. Entre Roncesvalles y Somport. Ahora estoy en el presente. En Ronces-Port. ¡A vivir!



viernes, 15 de mayo de 2020

MADRE TIERRA

Al principio de los principios, cuando eran dulces las aguas del mar, no existían los hombres y ya estaba ella. Me atrevo por ello a decir que es anterior incluso al más supremo ser transcendental que la mente humana pudiera haber creado. Antes del Olimpo de los Dioses, antes de cualquier religión politeísta o monoteísta, antes siquiera de que los filósofos pre socráticos se preguntasen la génesis de todo, ya existía la Madre Tierra. Nos ha visto nacer, crecer y evolucionar y aún cuando fallan la fe, la ciencia y las creencias, ella sigue dándonos su cobijo incluso de formas que no sabemos entender pues, ¿qué sería de nosotros sin ella? Es para quererla, ¿o no?
La imagino como una gran madre con una entrañable cara de bondad dibujada entre la niñez y la vejez, con su melena de amor que ondea al viento jugueteando con Éolo, los vendavales, los huracanes y las leves brisas, con los ojos plácidamente cerrados pues no le hace falta abrirlos para ver los preciosos amaneceres y atardeceres que regala, posicionada entre el mar, la tierra y el cielo y conjuntando en un mismo horizonte no dos sino tres líneas que son iluminadas a la vez por el sol y la luna, dueña y señora de los fértiles campos y las yermas urbes, incesante oyente del trino de los pájaros, el clamor de la tormenta, el crujir de la madera, el germinar de las simientes y el ajetreo de los hombres, mágica, señorial, irrepetible, única, generosa pero con sus límites marcados, sumisa e indómita a la vez,  y, muy importante, nuestra,sobre todo nuestra. Es para quererla, ¿o no? Yo la amo.


martes, 12 de mayo de 2020

LA LUZ DEL AMOR

Llevaba tantos años enclaustrado en su rutina que vivía por inercia. Hacía lustros que dejó de ver la luz al final del túnel del amor, de hecho ya no veía ni el túnel. Y Eduardo no era mala persona, en absoluto. Simplemente no creía en el amor y decía que jamás se enamoraría.  Respetable. Así lo decía él. Pero lo cierto es que jamás lo había experimentado y que el amor es súbito e indominable. No la faltaba la sonrisa en la cara ni la bondad en la actuación, siempre amable y afable en el trato. Tenía educación, un correcto saber estar y sabía adaptar su comportamiento a cualquier registro y situación. Tal vez por ello un día, sin darse cuenta, se saltó su rutina, esa misma que había creado sin ser consciente tampoco. El café de las once de la mañana se demoró porque en el bar de siempre había una camarera nueva en fase de aprendizaje y se retrasaba un poco en su labor. Eduardo no era maniático pero ese día no cumpliría los horarios que le gustaban. Y tampoco lo sabía. A decir verdad no sabía  lo que se avecinaba. Se retrasó en la vuelta a su trabajo quince minutos pues, además de la demora del café, se entretuvo hablando un ratito con Margarita, la nueva camarera. Le sonrió y le cayó bien. Y enfrascado en su trabajó todo se nubló. No veía con claridad la tarea que estaba acometiendo en ese instante. No se centraba. La mente se dispersaba y se desviaba a otra cuestión. Parecía haber entrado en un túnel negro y, al final del mismo, vislumbraba una luz. Era Margarita. Se dio cuenta que la escena iba ganando claridad y le afloraban nervios. ¿Se habría enamorado? ¿En unos minutos y sin querer? Seguramente. Y sin saberlo volvió a ver un túnel y una luz en su final. Hay veces que en la vida se sale del pozo aún sin querer. El amor es luz.

viernes, 8 de mayo de 2020

LA CHICA DE LA VENTANA

Alba tendría veintitantos años. Se pasaba la vida mirando por una ventana hora tras hora. Nadie sabía hacia dónde ni qué buscaba. Sus ojos se ocultaban tras unas grandes gafas de sol, lo que hacía aún más llamativa su estampa para los transeúntes habituales. La gente del barrio se había acostumbrado a verla así día tras día y, aún con esas, no faltaba alguien que la interrogase sobre su afán de observar y la denominase chismosa. Ella parecía no molestarse y seguía fiel a su cita. La ventana era su pasión y a decir verdad debía conocer al dedillo todo lo que desde la misma se otease, ya que pasaba horas y horas mirando desde ella. Alba era así, incombustible, amante del mundo y de disfrutar tras sus gafas de sol asomada a la ventana. Reconozco que hasta que te acostumbrabas a verla fuese la hora que fuese era algo extraño. Y personalmente me resultaba curioso porque oía a la gente emitir juicios de todo tipo sobre ella.
Un día en el turno de reparto me tocó llevar un paquete en su casa. La empresa de transportes en la que trabajo me dio la dirección y el jefe me dijo "donde la chica rara de la ventana". No pude evitarlo y, tras entregar la mercancía, le pregunté a quien me abrió la puerta por Alba. Era su padre. Sonrió ante mi curiosidad y me dijo que si yo también creía que era una cotilla empedernida o que estaba loca. Me encogí de hombros y le dije que era nuevo en el barrio y no lo sabía. Y entonces lo supe. Alba era ciega y sorda de nacimiento. Amaba notar el aire fresco en su cara y soñar con colores y sonidos. Y sólo desde su ventana lo lograba.


lunes, 4 de mayo de 2020

DESCONECTÓ


Floren nunca imaginó vivir algo así. Sonaba todo tan lejano que parecía ser un capítulo más de los libros de historia de segundo de la E.S.O. Aquella pandemia de la Edad Media que arrasó miles de vidas y fue llamada "La Peste Negra". Y ahora, setecientos años después, en un resquicio entre facebook, twitter e instagram se había colado un virus desconocido que estaba haciendo estragos de la peor manera posible. El enemigo era dañino pues no podía verse ni oírse. Y estaba haciendo una masacre vital y sentimental. Al principio se le mencionaba como algo lejano hasta que se le comenzó a poner nombre y apellidos. La suspensión de la boda ya no era de la prima de un amigo de su cuñado, era la de su hermana Cristina. El señor mayor que falleció ya no era el abuelito del cuarto piso del bloque donde vivió Floren cuando era estudiante, era el abuelo de su novia. Y las cosas cambiaban mucho. La mente bullía y los medios y los políticos buscaban lo que más les gusta: la indignación. Encerrado en casa por decreto era víctima fácil de un bombardeo de noticias cuya certeza era discutible.
Y ocurrió. Ni el bien ni el mal son eternos. Al culpable de la pandemia se le derrotaba por hambre. Quedándote en casa no lo alimentabas y su fuerza iba mermando. Tras varias semanas haciendo la guerra al virus desde el hogar y estando dominado por miles de informaciones sin contrastar, parecía que se iba a ir abriendo la veda paulatinamente y, al menos, podría salir al aire libre a pasear. Floren en cuanto tuvo oportunidad salió a la calle. Estaba deseando encontrarse y reencontrarse con todos sus conocidos y, sin embargo, se encontró con quien menos esperaba: consigo mismo. Se dedicó tiempo a él. Sonrió, charló, conversó con su interior y, sí, desconectó.