martes, 27 de noviembre de 2018

EL HOMBRE DE HOJALATA

Quizás no lo creáis pero hoy he vuelto a ver a Dorothy correr por el camino de baldosas amarillas. Y he visto a un león rugir valientemente defendiendo su manada, he visto a un espantapájaros pensar y divagar acerca de cosas insospechadas y visto a un hombre de hojalata suspirar de amor. Y es que hay cosas que no cambian y, efectivamente, son por arte de magia. Y no hace falta ir a Oz para encontrarlas. Los sentimientos son aquello que forma parte de toda persona. Sobre todo uno: el amor. Puede haber gente con la cabeza vacía, como un espantapájaros, pero siente y quiere. Lo mismo hay personas que no se atreven ni a decir lo que piensan por la reacción que tenga su acción, como el león cobarde, pero saben lo que es amar. A lo mejor también hay sujetos que a primera vista parezcan inhumanos, sin sentimientos, como el hombre de hojalata, pero bajo ese pecho frío esconden un corazón que late y siente. No hay persona que no sienta por insensible, necia o tímida que nos parezca. Y todo el mundo, lo sepa o no, lo reconozca o no, lo manifieste o no, ha amado alguna vez. Todos tenemos corazón y es precioso sentirlo vivo. No te rías nunca de un hombre de hojalata, lo mismo tiene la valentía que a ti te falta y el pensamiento que tú ignoras. Y, por supuesto, siente y ama igual tú, aunque no lo sepas.


jueves, 15 de noviembre de 2018

LAS PALABRAS ESCRITAS

Verba volant, scriptum manet. Las palabras vuelan y lo escrito permanece. Es por ello que siempre que queremos expresar algo que permanezca en el tiempo lo hacemos por escrito. Miguel de Cervantes ya le dijo a dos mujeres "Yo os haré inmortales" y ellas jamás lo entendieron. Pero el escritor sabía lo que decía. Y lo hizo. Las plasmó en su obra más universal y ahí quedaron para siempre aún sin saber él su alcance. Como las canciones, como los himnos, como los poemas, como las cartas, como los sentimientos que se escriben y por más que sople el viento nunca vuelan, siempre quedan. Además es innato en el ser humano el comunicarse más íntimamente por escrito. Será que se obvia la vergüenza y se esquivan las miradas. Las palabras son más directas pero más volátiles. Las letras son, tal vez, más indirectas pero más duraderas. Los niños no hablan con los Reyes Magos. Les escriben sus deseos. Los adolescente no se susurran amor eterno. Lo inscriben en un árbol. Los adultos no comentan qué hacer con sus cosas cuando ya no estén. Lo redactan ante Notario. Los mensajes no se dicen a una palmera. Se apuntan en un papel y se introducen en una botella. Las palabras escritas tienen una fuerza que nosotros no tenemos pero que se la transmitimos al redactarlas: la durabilidad en el tiempo. ¡Cuidado con lo que se escribe! Somos dueños y esclavos de ello, pero que nunca, nunca, nunca, falten escritos "te quiero".


jueves, 8 de noviembre de 2018

EN MIS RECUERDOS...

Dicen que Noviembre es el mes donde más sentimos la presencia de quienes nos abandonaron y cuando más añoramos su cercanía, por eso en él se celebra la Fiesta de Todos los Santos. Cuentan también que en Otoño es cuando más sensible está el alma y más evoca alcanzar lo que desea, por eso el estado de ánimo es más frágil. Los sabios dicen que siempre cuando agradecemos, dedicamos o deseamos algo miramos hacia el Cielo. Y allí, lo creamos o no, están ellos. Nuestros antepasados, nuestros recién pasados, nuestros presentes y nuestros venideros. Allí se esconden en un corazón que cuando alguien nos abandona brilla como la más fulgurosa estrella, cuando alguien está por venir refulge más que el sol, cuando sonreímos por una meta nos ciega con su resplandor y cuando deseamos algo se convierte en estrella fugaz para nuevamente invitarnos a desear. Fuere como fuere todos miramos al Cielo en busca de una explicación cuando no encontramos respuesta. No dejéis nunca de hacerlo. Allí están aunque no los veamos cegados por la lágrimas de tristeza o alegría nuestros recuerdos y nuestros anhelos. Allí late siempre un corazón, el vuestro, el nuestro, el del mundo. Va por vosotros.