martes, 29 de marzo de 2022

MATRIUSKA

No sé si empezar por el principio o por el final. Cual muñeca rusa era esa mujer. Guardaba su esencia en la más pequeña y mostraba su visión en la más grande. Pero era única. Entre una y otra muñeca podían divisarse otras tantas que juntas conformaban una indisoluble unidad y persona. Durga invitaba a la aventura en su conocimiento y podía expresar una forma u otra dependiendo del estado del ánimo, del día o de la influencia de los astros. Creo que con la luna tenía un imán especial igual que ésta con las mareas, aunque no descarto que tuviese parte de los cuatro elementos vitales pues en Durga podía entreverse tierra, aire, fuego y agua. Eso atraía de ella y, a la vez, la convertía en imprevisible. ¿Qué muñeca será hoy? Era pícara, amable, perversa, bondadosa, seria, risueña, cariñosa, arisca, remolona e inquieta, todo a la vez, con un espíritu felino indómito que sólo ella dominaba y que llamaba a la caricia y te hacía estar en alerta a la vez. Lo he dicho antes: era única. Bajo mi prisma, no es que tuviera varias personalidades, es que tenía una tan variada y marcada que aunque siempre se la viera con el mismo rostro, igual que a una matriuska, podía empequeñecerse o agigantarse sin dejar de ser ella misma. Y eso es mágico y conlleva siempre la sorpresa. ¿He mencionado que también era divertida, adorable, juguetona, inteligente y abrazable? Pues también. Durga tenía dentro de sí muñecas para cada ocasión, sólo había que dejarla que fuera ella quien las mostrase, cuando quisiera, donde quisiera y a quien quisiera.


 

jueves, 10 de marzo de 2022

EL OJO FRANCÉS

Parece que hay algo que todo lo ve. Sí, en Francia también. Curioso que todas la creencias, religiones y filosofías mencionan de una u otra forma un ser transcendental que, os juzgue o no, contempla nuestras acciones. El mayor tribunal es la conciencia de cada uno, todos sabemos diferenciar cuándo actuamos bien y cuándo actuamos mal. Sí, en Francia también. Y ese sentimiento de saber lo correcto y lo incorrecto, ¿vendrá por saber o creer que alguien nos está observando y sabe la realidad de nuestros actos? No deja de ser curioso, antes lo decía. ¿Vendrá también de ahí el sentimiento de culpabilidad, reproche, arrepentimiento? Todo ladrón mira a su alrededor antes de cometer el robo para asegurarse que nadie lo ve pero en su interior saber que está obrando mal. Sí, en Francia también. ¿Por qué sentirse culpable si nadie lo ha visto? ¿A quién o a qué temer? Inclusive en los ratos más tranquilos, de repente, nos embarga un sobresalto interno y notamos que estamos vigilados. ¿No os ocurre? Y si hacemos algo a sabiendas que no es malo pero no agradaría a otra persona, parece que algo nos dice que estamos cometiendo una traición. ¿Quién nos ve? ¿Por qué desde que la vida existe se da ese sentimiento y el mismo perdura sin que haga falta transmitirlo en toda persona? Tengas la creencia que tengas, profeses la religión que profeses (ya sea ninguna) y te ampares en una filosofía u otra, sabes, como yo, que parece que hay algo que todo lo ve. Sí, en Francia también.