viernes, 28 de noviembre de 2014

CRUCE DE CAMINOS

Alberto era dubitativo. Siempre le había ido bien porque no se había enfrentado a tomar decisiones difíciles por sí mismo. De niño de la mano de su abuelo y de joven de la mano de sus padres había superado todos los obstáculos que hubieran ido surgiendo sin siquiera saber muchas veces de la existencia de los mismos. Más la vida escribe tu historia y la historia la escribes tú. Llegó un momento que el camino de Alberto pasaba por un cruce señalizado con un poste cuyas direcciones él jamás se había planteado. Y lo peor de todo era que no tenía a nadie que le dijera cuál era el camino correcto. Nunca se había encontrado en esa situación pero ahora no estaban ni su abuelo ni sus padres con él. ¿Qué haría? Descubrió que por un lado ya no tenía a nadie que lo aconsejase y le diese hecha la ruta. Necesitaba escribir una historia a medias con alguien, un acompañante, una compañía en el camino de la vida. Al verse necesitado de compañía en su camino se dio cuenta de que debería arriesgar. Lo invadió el miedo y la soledad. Y pensó que el que no arriesga no gana. Debería al menos intentarlo. Si fracasaba volvería al cruce de caminos y podría escoger la soledad. Si elegía el camino del miedo jamás podría ni tan siquiera elegir, ni escribiría su historia pues sería presa de sus temores. Lo pensó y lo repensó. Miró el poste varias veces. Imaginó a sus abuelos y sus padres ante aquel poste y finalmente se arriesgó. Alberto escogió el único camino que podría garantizarle compañía en su andadura... 

martes, 25 de noviembre de 2014

LICOR DE AMOR

Fabio era el más afamado bodeguero de la comarca. Nadie sabía de vinos y licores como él. Dominaba los caldos vitivinícolas a la perfección y tenía un paladar hecho a base de la aspereza de los tintos y la graduación de los blancos. Pero había una botella que jamás había abierto. Malas experiencias con esa cosecha hicieron que pareciera olvidada en lo más profundo de la bodega. Y no es porque fuera de mala reserva o estuviera todavía en fase de crianza, era porque a Fabio le daba miedo abrirla y no lo reconocía. Se escondía de sus sentimientos y su personalidad iba tornando en un ser uraño, antipático y déspota alejado de la vid del amor. Aquella era una botella con su máxima esencia, una botella que descubriría su interior, una botella que mostraría al verdadero Fabio sin tapujos al exterior y que, una vez abierta, no podría cerrarse de nuevo o, al menos, no de la misma manera. Nuestro bodeguero, oculto tras su blanca bata y entre los toneles y cubas de su negocio, sabía que aquella botella que acumulaba polvo sobre el vidrio debería ser abierta antes o después. Creía firmemente que algún cliente sería quien la descorchase y descubriera al mundo al mismo Fabio que cuando era niño jugaba con su abuelo en las cuevas de la bodega. Aquello le aterraba, lo hacía verse débil e indefenso por mostrar sus sentimientos y, a la vez, le hacía irse dando cuenta que esa botella era tan suya, tan personal, tan de su cosecha, que debería ser él quien la abriese, antes o después.  Era conocedor de su contenido y recordaba haber pisado aquellas uvas de la mano de su padre. Pero a Fabio le daba miedo. No quería amar otra vez. Temía demasiado al jugo de esas viñas.

Llegó un día que harto de esconderse de su propio miedo se armó de valor y abrió aquella misteriosa botella sabiendo que se expondría al exterior pero ignorando las maravillosas consecuencias que ello podría traerle. Y ese día Fabio descubrió de nuevo el sentimiento más anciano que hay, se mostró al exterior, comenzó a paladearlo y a degustarlo y se dio cuenta de que era el mejor vino que había probado jamás: el licor del corazón de su propia cosecha. Ese vino siempre deja poso, unas veces bueno y otras no. Pero era, sin duda, el mejor de los que Fabio hubo probado. Mereció la pena abrir esa botella.

viernes, 21 de noviembre de 2014

EL TREN DE LA VIDA

Sabía que encontraría algún pasajero en la Estación Esperanza. Por eso sonreía mientras conducía el tren hacia allá. Aunque pasase muy de vez en cuando por aquel andén siempre había alguien que había sabido esperar. El maquinista sabía que el vapor de amor de ese ferrocarril era el verdadero motor de la vida. El tren de la vida discurre por los raíles que van enlazando nuestras estaciones: familia, sentimientos, sueños... Depende del momento que atravesemos estamos en una estación u otra y el tren sigue avanzando llevándonos a nuestro destino. Depende del billete que compremos y nuestra forma de usarlo el tren irá más rápido o más lento, primero a unos andenes o a otros. Depende de nuestras aptitudes y actitudes el tren volverá a detenerse en ciertas estaciones o jamás volverá a ellas. Depende de nosotros mismos, en cierta manera, que nuestro tren de la vida siga su marcha con los pasajeros que nos acompañan o se detenga y se baje alguno de ellos. Incluso ocurre que, a veces, nos bajamos nosotros de algún tren porque nos damos cuenta que no es el nuestro. No para en las estaciones que queremos o no nos conduce a nuestro destino.
Jeremías lo sabía y por eso conducía felizmente su máquina. Llevaba muchos años transportando a pasajeros y había aprendido mucho con ellos y de ellos. Por eso sabía que, aunque parezca mentira, la Estación Amor era de las más concurridas por los viajeros, pues todos los trenes de la vida pasan por allí, bien por voluntad, bien por capricho, bien por destino, bien por azar o bien por esperanza. Pero el amor siempre está presente. ¡Pasajeros al tren!

martes, 18 de noviembre de 2014

LECCIÓN UNIVERSAL

El Maestro de la Vida reunió a sus discípulos y les enseñó todo lo necesario para afrontar su camino. Les dijo que les enseñaría todas las materias necesarias excepto una que aprenderían por sí mismos y que descubrirían antes o después. La llamó "La próxima lección". Los alumnos entonces preguntaron por aquella asignatura y el por qué de no ser impartida en ese curso y el profesor les dijo que no era necesario que él la enseñase, que era una materia tan universal y vital que llegarían al conocimiento de la misma por sí solos y que su propio camino de la vida les enseñaría los temas necesarios para afrontarla y los examinaría con el tiempo. Estudiaron y aprendieron todo lo demás y cada uno se especializó en una faceta. Se olvidaron de aquella lección que el maestro no quiso enseñarles y buscaron el éxito en sus vidas...
Años después su maestro común volvió a juntarlos y se reunieron nuevamente todos los alumnos y compañeros. El Maestro les preguntó si recordaban todo aquello que él les había enseñado y si estarían dispuestos a ser examinados nuevamente. Los discípulos sonrieron y aceptaron pues tenían bien aprendidas las lecciones y con el paso de los años habían ido aumentando más todavía sus conocimientos y especialidades. Cual sería su sorpresa cuando el profesor no incluyó en el examen ninguna pregunta sobre las materias que él había impartido y, sin embargo, todas las preguntas recayeron en "La próxima lección". Y para mayor asombro ellos superaron con nota el examen. Todos supieron responder. Todos sabían la lección por sí mismos. Enamorarse es una lección tan universal y vital que todo el mundo debe aprender.


viernes, 14 de noviembre de 2014

AMOR DEL FUTURO

I. He logrado escaparme al futuro. Año 3025 de la Era Tecnológica. La raza humana en su evolución se ha convertido íntegramente en robots humanoides que han ido cambiando y mutando de carne y hueso en acero y cables. Fascinante. Decían que el amor nunca cambiaría... En este mundo de tecnología y ciencia no veo a ningún robot capaz de amar. Todo son ondas, contraseñas, redes wifi... No veo relación propia de humanos entre estas máquinas. Observando esta era desde mi pequeña nave espacial recuerdo el primer robot que tuvo sentimientos. Aquel Hombre de Hojalata que siguiendo el camino de baldosas amarillas demostró al Mago de Oz que tenía un corazón bajo la chatarra que conformaba su cuerpo. Un robot que sentía. Qué recuerdos... Dorothy conquistó el corazón de aquel hombre de hojalata y éste conquistó el nuestro. Decían que el amor nunca cambiaría... Voy a pernoctar triste por lo que he visto en mi primera toma de contacto.


II. Continúo escribiendo este particular Cuaderno de Bitácora de mi viaje espacial. Agazapado en el terreno observo las férreas apariencias e inexpresivos rostros de los humanoides. Parecen totalmente deshumanizados y carentes de sentimientos. Pero... ¡Espera! ¿Qué ven mis ojos? Sí, sí que lo es. Un robot humanoide parece sentir como lo hizo el Hombre de Hojalata. Avanza firme. Ese brillo  de ojos, ese esbozo de sonrisa... Descubro que incluso en esta especie evolucionada el varón más duro se enamora. Decían que el amor nunca cambiaría... ¡Era verdad! La esencia del amor continúa y sigue viva. Tomo nota rápidamente en mi libreta. Hoy dormiré feliz. Anoto en letra cursiva: "Año 3025. El amor de verdad no se ha extinguido. En el futuro el corazón seguirá latiendo y hasta el hombre mecanizado aparentemente más hostil sucumbirá ante ese sentimiento y continuará deshojando margaritas con un clásico me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere..."

martes, 11 de noviembre de 2014

YO MATARÉ MONSTRUOS POR TI



Alma había ido acumulando a lo largo de su vida miedos, incertidumbres, malos recuerdos y temores al presente simplemente porque sí. Ella era feliz en su mundo de bondad y de inocencia por lo que los fantasmas que la acosaban causaban en ella más pavor que en otras personas. No entendía que en este mundo existiera la maldad y la crueldad sin motivo aparente y simplemente porque sí. Alma era cándida, noble, confiada y buena. Y eso hacía, a su vez, que fuera débil y, por ende, víctima fácil de las pillerías, travesuras, picardías y maldades que en el mundo habitan simplemente porque sí.
Y como su caso era especial y aun con miedos no perdía la sonrisa, la vida le hizo un regalo, ella así lo merecía: siempre tuvo a su lado un ángel de la guarda en forma de abuela, padre, hermano, amiga o guía que la ayudaba y protegía simplemente porque sí. Quizás cuando un alma es como Alma y no es origen de fantasmas o monstruos que a otros aterrorizan, merece que alguien sea su espada y valor en esta vida. Quien nos trata con bondad, inocencia y verdad acrecenta nuestra alma y nos llena de alegría. Por eso, mi querida Alma, yo mataré monstruos por ti, simplemente porque sí.

viernes, 7 de noviembre de 2014

ROMPIENDO LA VERGÜENZA

Había estado en mil batallas y tenía diversas condecoraciones militares. Le sobraba valor para la acción bélica y guerrillera y de mozo había sido aprendiz de torero. Por falta de coraje no era. Pero tanta o más vergüenza da saber que algo te da vergüenza y es sabido por el resto  que ese algo te da vergüenza, que reconocer que algo te da vergüenza y que no haces ese algo por vergüenza. Redundante pero cierto. Y Tomás como hombre lo sabía. Y en su fuero interno tenía un problema: era el soldado más valeroso de su destacamento pero le daba vergüenza decirle a Irene que la amaba. Y le daba vergüenza que Irene supiera que a él le daba vergüenza decírselo. Y le daba vergüenza reconocer ante el resto de camaradas que le daba vergüenza que Irene supiera que le daba vergüenza decirle que la amaba. Todo era un trabalenguas vergüenza y tenía que esquivar la vergüenza o jamás ganaría esa batalla. 


La realidad de Tomás era que en los campos del corazón no hay sargento ni comandante que te dé órdenes. Tu mismo eres el soldado raso y el capitán general en tu particular guerra de amor. "Tienes que tener valor en esa faceta también, Tomás", se decía asimismo en la litera del cuartel. Y oyó la voz de su alma que le susurraba "Díselo". Pensó que la guerra que más dolorosamente se pierde es aquella en la que ni siquiera se lucha. Se armó de valor interior, se puso su uniforme y fue a ver a Irene. Rompiendo la vergüenza le declaró su amor y ganó la mejor batalla de todas: la lucha consigo mismo. Y además, a Irene.

martes, 4 de noviembre de 2014

DESAHUCIANDO NUBES

Joaquín amaba el cielo abierto y el sol resplandeciente. Y así le gustaba disfrutarlo. Sabía que la doctrina y la jurisprudencia de la vida lo respaldaban. Su objetivo era llegar derecho y por Derecho a alcanzar su sueño y estaba mentalizado de que nada podría detenerlo. Sin embargo no esperaba que su felicidad estuviera oculta tras unos inquilinos que no abonaban la renta y que fuera él quien debiera iniciar y ejecutar el procedimiento para llegar a una resolución estimatoria. Había pagado la tasa, había envalentonado su toga y había redactado una demanda precisa para cumplir su cometido. Llegados a la vista oral, unos nubarrones no invitados impedían al tribunal otorgar a Joaquín su deseada victoria ante el estrado hasta que no quedase la excepción resuelta. Pero él sabía que su camino Cum Laude serviría y que era el momento de ponerlo en práctica para obtener su verdadera meta. Su felicidad y amor verdadero sería liberado por lo civil o por lo criminal si fuera necesario. La mayor virtud que tenía Joaquín era que actuaba con la Ley del Valor y el Real Decreto de la Creencia. Juró sobre la Constitución de la Vida que ganaría su pleito, liberaría su sueño y podría alcanzarlo. Y acto seguido con la herramienta dispuesta por el más Alto Tribunal de su conciencia interna, desahució a las deudoras nubes de su indebida morada y consiguió que se ejecutase la Sentencia: un sol brillante asomó al fin al cielo abierto donde su sueño fue liberado, alcanzado y disfrutado.