viernes, 28 de noviembre de 2014

CRUCE DE CAMINOS

Alberto era dubitativo. Siempre le había ido bien porque no se había enfrentado a tomar decisiones difíciles por sí mismo. De niño de la mano de su abuelo y de joven de la mano de sus padres había superado todos los obstáculos que hubieran ido surgiendo sin siquiera saber muchas veces de la existencia de los mismos. Más la vida escribe tu historia y la historia la escribes tú. Llegó un momento que el camino de Alberto pasaba por un cruce señalizado con un poste cuyas direcciones él jamás se había planteado. Y lo peor de todo era que no tenía a nadie que le dijera cuál era el camino correcto. Nunca se había encontrado en esa situación pero ahora no estaban ni su abuelo ni sus padres con él. ¿Qué haría? Descubrió que por un lado ya no tenía a nadie que lo aconsejase y le diese hecha la ruta. Necesitaba escribir una historia a medias con alguien, un acompañante, una compañía en el camino de la vida. Al verse necesitado de compañía en su camino se dio cuenta de que debería arriesgar. Lo invadió el miedo y la soledad. Y pensó que el que no arriesga no gana. Debería al menos intentarlo. Si fracasaba volvería al cruce de caminos y podría escoger la soledad. Si elegía el camino del miedo jamás podría ni tan siquiera elegir, ni escribiría su historia pues sería presa de sus temores. Lo pensó y lo repensó. Miró el poste varias veces. Imaginó a sus abuelos y sus padres ante aquel poste y finalmente se arriesgó. Alberto escogió el único camino que podría garantizarle compañía en su andadura... 

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