lunes, 22 de febrero de 2016

FOTOS DE AYER

Hoy estaba viendo fotos de antaño. Para mí, nacido a principios de los años ochenta, ha sido un agradable rato rememorar las modas y aspectos de la gente en las fotografías de aquellos años sesenta. A decir verdad un agradable, pensativo y filosófico rato. Mientras clavaba mis ojos en aquellas floreadas camisas que desprendían amor y paz en un incipiente movimiento que desembocaría un tiempo después en un hálito de destape y marihuana, pensaba que en los tiempos que corren nadie vestiría esas prendas, pero sin embargo el último movimiento de moda es ser moderno vistiendo ropa antigua. Rizando más el rizo podría decirse que seguramente quien vista como mandan los tiempos es un anticuado y quien vista como mandan las modas es un adecuado. Entonces, ¿quién rige la moda de la sociedad en cada época? En tono semi irónico, ahora resulta que si visto prendas de hace varias décadas soy un moderno, pero si visto las prendas de mi época no voy a la moda. Entonces, ¿cuál es la moda de mi época? ¿La de años atrás? Con tal criterio ahora no soy un anticuado, soy un futurista, pues visto ropas que se vestirán dentro de varios años, ¿o no? ¡Qué cosas! Con las modas de antaño vivimos el presente hoy. No sé lo que pensarán los que dentro de unas épocas, un día cualquiera, vean fotos de antaño, ¿o debería decir de hoy?


martes, 2 de febrero de 2016

FIDELIDAD

Sultán era mi mascota favorita. Siempre me recibía en casa con alegres ladridos y dispuesto a jugar con la pelota. Me seguía a donde fuese y esperaba pacientemente cuando no podía prestarle la atención que requería. Si me encontraba enfermo no se separaba de mí y me miraba transmitiéndome ánimo con sus ojos marrones. Jamás se puso agresivo y siempre saboreaba felizmente cada alimento que pusiese en su cuenco. No me exigía que le diera de comer o lo sacase a pasear, por el contrario agradecía día a día que lo hiciera. Sultán era amigo de mis amigos y se dejaba acariciar por todos. Infinidad de veces pensé que ese animal me entendía mejor que muchas personas y me regalaba una nobleza y un amistad que en ocasiones echas de menos en la vida real. Correteaba felizmente cuando íbamos al campo y se dejaba luego limpiar para no ensuciar el coche ni la casa. Jamás discutió una decisión mía y siempre permaneció a mi lado. Nos entendíamos a la perfección. Eramos complementarios y siempre nos respetamos y contamos el uno con el otro. No le exigía comportamiento alguno, ni él se entrega sumiso. Por todo ello, cuando Sultán marchó para siempre al cielo de los perros me dejó en la memoria tres legados: un enorme vacío, unos preciosos recuerdos y la definición de fidelidad.