martes, 27 de febrero de 2018

EL SONIDO DEL MUNDO

"Son los latidos del corazón los que mueven el mundo" dice la conocida canción de Alazán que todos hemos cantado alguna vez en una fiesta, verbena o feria. Y además del mensaje que se desprende de que el amor es el motor de todo se adivina que el sonido del mismo existe. Y dando otra vueltecita de tuerca se intuye que otros muchos también. ¿Hay algo más bonito que escuchar un corazón cuando habla? Que lo pregunten a una mujer embarazada cuando en la ecografía se oye el latido del bebé que lleva dentro. Y es que el mundo está lleno de sonidos cotidianos que muchas veces pasan desapercibidos para nosotros porque son tan comunes que forman parte de ese llamado "ruido blanco" que convive pacíficamente con nosotros y al que estamos tan acostumbrados que no prestamos atención. Pero, ¿os habéis parado a escuchar alguna vez la sinfonía de la vida? Es algo maravilloso. El sonido del agua de un arroyo al correr en primavera, el sonido al partir un pan con corteza tostada recién hecho, el sonido de las pisadas de uno mismo en un camino en otoño repleto de hojas caídas, el sonido del crepitar de las llamas de una hoguera... Hay miles de sonidos escondidos que son, sencillamente, deliciosos de escuchar. ¡No os los perdáis! Afinad el oído y disfrutad del sonido del mundo.

miércoles, 14 de febrero de 2018

ALINEADOS Y ALIENADOS

¡Cómo pasa el tiempo! ¡Cómo ha cambiado la vida! Cuando era niño disfrutaba oliendo el aroma a pan recién horneado que escapaba de los hornos del obrador. Luego disfrutaba corriendo por el Prado de la ciudad con el césped recién cortado mientras pisaba la arena recién regada para levantar frescor. Y jugábamos con el balón en la calle en la que apenas pasaba coches. Llegaba la época de las canicas y el trompo. Y las niñas jugaban a la goma cantando alegres canciones o saltaban la rayuela con agilidad. Todos estábamos alineados con la sociedad y disfrutábamos.
Ahora sentado en un banco de aquel viejo parque miro a los niños jugar mientras doy vueltas a mi garrota apoyada en el suelo. No ríen como nosotros antaño. Sólo miran alternando ojos de picardía con admiración extrañas máquinas pequeñas que portan en sus manos de las que emanan incesantemente luces y sonidos. La comunicación personal entre ellos es prácticamente nula. No veo rodar ningún balón, ni a ningún niño hacer rodar sus canicas por el suelo. Le he preguntado a mi nieta si sabe jugar a la goma y me ha mirado indiferente mientras tecleaba en su maquinita. Todos están alienados con la sociedad y no sé si disfrutan...


viernes, 2 de febrero de 2018

EN MIS LIBROS


Un pueblo que no sabe leer ni escribir es un pueblo fácil de dominar. Lo decía Ernesto "Ché" Guevara y en eso tenía razón. La incultura hace al hombre preso al igual que la cultura lo hace libre. Pablo lo sabía. Y a pesar de que todo o casi todo está escrito en los libros, hay cosas de la vida que uno no sabe dónde buscar. Y eso le ocurría a Pablo. Añoraba ser feliz con una pareja y encontrar a su media naranja pero pasaban los años y no encontraba a la misma. Hubo evocado Dulcineas, princesas de castillos encantados, doncellas de todo tipo, bellas molineras, labriegas, detectives y doctoras. Todo tipo de perfiles amorosos que salían en su amplia colección de libros. Pero no había manera. Por algo que Pablo no comprendía su amor no llegaba. No se daba cuenta de que para él era casi una obsesión indominable que le podía hacer caer hacia un lado u otro del alambre sin que hubiera red debajo. Desesperado pensaba que había buscado su alma gemela hasta escondida en su biblioteca y en realidad allí halló la solución. En un viejo libro de refranes y dichos leyó que "el amor no se busca, se encuentra". Y cuando dejó de buscar, lo encontró.