viernes, 2 de febrero de 2018

EN MIS LIBROS


Un pueblo que no sabe leer ni escribir es un pueblo fácil de dominar. Lo decía Ernesto "Ché" Guevara y en eso tenía razón. La incultura hace al hombre preso al igual que la cultura lo hace libre. Pablo lo sabía. Y a pesar de que todo o casi todo está escrito en los libros, hay cosas de la vida que uno no sabe dónde buscar. Y eso le ocurría a Pablo. Añoraba ser feliz con una pareja y encontrar a su media naranja pero pasaban los años y no encontraba a la misma. Hubo evocado Dulcineas, princesas de castillos encantados, doncellas de todo tipo, bellas molineras, labriegas, detectives y doctoras. Todo tipo de perfiles amorosos que salían en su amplia colección de libros. Pero no había manera. Por algo que Pablo no comprendía su amor no llegaba. No se daba cuenta de que para él era casi una obsesión indominable que le podía hacer caer hacia un lado u otro del alambre sin que hubiera red debajo. Desesperado pensaba que había buscado su alma gemela hasta escondida en su biblioteca y en realidad allí halló la solución. En un viejo libro de refranes y dichos leyó que "el amor no se busca, se encuentra". Y cuando dejó de buscar, lo encontró. 



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