viernes, 15 de mayo de 2020

MADRE TIERRA

Al principio de los principios, cuando eran dulces las aguas del mar, no existían los hombres y ya estaba ella. Me atrevo por ello a decir que es anterior incluso al más supremo ser transcendental que la mente humana pudiera haber creado. Antes del Olimpo de los Dioses, antes de cualquier religión politeísta o monoteísta, antes siquiera de que los filósofos pre socráticos se preguntasen la génesis de todo, ya existía la Madre Tierra. Nos ha visto nacer, crecer y evolucionar y aún cuando fallan la fe, la ciencia y las creencias, ella sigue dándonos su cobijo incluso de formas que no sabemos entender pues, ¿qué sería de nosotros sin ella? Es para quererla, ¿o no?
La imagino como una gran madre con una entrañable cara de bondad dibujada entre la niñez y la vejez, con su melena de amor que ondea al viento jugueteando con Éolo, los vendavales, los huracanes y las leves brisas, con los ojos plácidamente cerrados pues no le hace falta abrirlos para ver los preciosos amaneceres y atardeceres que regala, posicionada entre el mar, la tierra y el cielo y conjuntando en un mismo horizonte no dos sino tres líneas que son iluminadas a la vez por el sol y la luna, dueña y señora de los fértiles campos y las yermas urbes, incesante oyente del trino de los pájaros, el clamor de la tormenta, el crujir de la madera, el germinar de las simientes y el ajetreo de los hombres, mágica, señorial, irrepetible, única, generosa pero con sus límites marcados, sumisa e indómita a la vez,  y, muy importante, nuestra,sobre todo nuestra. Es para quererla, ¿o no? Yo la amo.


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