martes, 7 de septiembre de 2021

LAMIAK

No todas las mitologías son griegas o romanas. Ni tampoco todas las sirenas son rubias. Y tampoco hechizan siempre cantando. Algunas aparecen, sin más, en tu camino o quizás tú en el suyo. A ésta no la conocí en alta mar, ni en ningún lago cercano. Paseaba por la vida con su mochila hacia un destino incierto pero necesario, de los que dejan poso, de los que atraen sin saber por qué. Su cara era risueña y traviesa. Sus ojos brillaban de nobleza enjugada con la humedad del agua salina que los varapalos deparan. Eso es lo que me hechizó de Izaro. Si cuesta arriba no perdía la sonrisa, ¿cómo le brillaría el alma corriendo a favor de la pisada? Seguro que inigualable aunque perdiera alguna carrera. Siempre ingeniosa y dicharachera, a través de bromas, entregaba su bondad. Su perfil, adornado ente buganvillas y eguzkilores, conjugado con su palabra suave pero directa, me atrajo mucho de ella. Izaro era frontal y precisa. Sólo callaba lo que la educación enseña cuando el momento requiere. Era magnética con las gentes, siempre con la mano de la ayuda tendida y siempre atenta a los detalles. Decía que su nombre era horroroso pero no se daba cuenta que simplemente pronunciarlo despertaba recuerdos, emociones y sonrisas en los que la habíamos conocido. Era intensa. ¡Menuda sirena! Hechizaba de una manera especial y doy gracias de haberla conocido. Me prometí reflejarla, para siempre, donde las letras son un espejo y no hacen falta melodías. ¡Que San Marcos la guarde y tenga siempre buen camino!


 

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