lunes, 9 de mayo de 2016

PURA AMISTAD

Michael y Charlie eran uña y carne. Se llevaban unos meses de edad y por eso no eran de la misma quinta, pero como si lo fueran. Uno era de Junio del ochenta y el otro de Marzo del ochenta y uno y podría decirse que para el Mundial de Naranjito ambos ya eran amigos en torno a un balón. Era una de esas amistades que por lo civil o por lo criminal saldrían hacia adelante. Estaba escrito. Vivían en la misma ciudad y crecieron juntos. Aún recuerdo una vez que jugaron un partido de fútbol con los chicos del barrio y perdieron de paliza. Todos los de su equipo se marcharon entristecidos pero ellos dos, más allá del resultado, marcharon sonrientes y abrazados por el buen rato pasado juntos. Cuando a uno lo dejó su primera novia con el alma rota allí estaba su amigo. Cuando al otro la vida le jugaba malas pasadas allí estaba su amigo. Siempre juntos aunque hubiera distancia. Podían transcurrir plazos de equis tiempo sin saber el uno del otro, pero ambos sabían que con un silbidito tipo Pepito Grillo allí estarían. Michael y Charlie eran el ejemplo de la amistad. Eran la lección pública de que un amigo de verdad siempre lo es pase lo que pase. Y es que los amigos son los hermanos que uno no tiene y la vida les regala. Y ya sabe que el amor entre hermanos es infranqueable. Así eran Michael y Charlie, infranqueables en su amistad. ¿He dicho eran? Eran y son. La pura amistad no termina.



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