martes, 20 de diciembre de 2016

EL TODO Y LA NADA

Hans era holandés. Vivía sin hogar definido y de modo nómada. En uno de sus viajes conoció a Helena en el Camino de Santiago y se enamoraron locamente. Helena tenía de todo y Hans no tenía nada. Y surgió una vez más la maravilla de la vida: dejaron cada uno lo suyo para estar con el otro el resto de su vida. Así pues Hans no dejó nada y Helena dejó todo. Y Helena no le dio nada a Hans y Hans le dio todo a Helena. Paradójicamente fue así pues quien todo abandona nada tiene por dar y quien nada abandona tiene todo por dar. Ambos se complementaron perfectamente e hicieron de la nada un todo y del todo una nada que colmaba a los dos de satisfacción.
Dicen que como si se tratase del final de un cuento infantil vivieron felices y comieron perdices. Y hay quien asegura que los ha visto alguna vez en una humilde casita en el bosque donde los dos viven contentos y en armonía disfrutando del todo y de la nada a la vez, peregrinos de la vida y del amor, personas que nada exigen y todo agradecen, personas que todo entregan y nada reclaman, personas, Hans y Helana, como tú y como yo, capaces de todo y capaces de nada. Personas. Sólo eso. Personas que para otras son todo y para otras no son nada. Como tú y como yo: para unos todo y para otros nada. El todo y la nada forman parte de la vida. Como Hans y como Helena...


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