miércoles, 5 de abril de 2017

NÁRKIA



Estaba solitaria, triste y cabizbaja en una tienda de regalos y souvenirs del Paseo Marítimo de la Playa de Gandía. Había otra más alta que ella y otra más pequeña. Quizás habría sido ideal llevarse las tres o quizás no se llevasen muy bien. De hecho la grande no cabía en el coche y la pequeña no quedaría bien en su lugar de destino. Y no era plan de adquirir dos y dejar allí sólo a una, máxime sabiendo que la elegida sería feliz en su nuevo hogar. Fuere como fuere sólo vino ella. Se convirtió en un regalo de boda a destiempo y una pieza clave de la decoración del salón. Viajó desde aquella inolvidable y cargada de recuerdos playa mediterránea hasta una urbanización ubicada a las afueras de la manchega capital provinciana de Ciudad Real. Nada más sentirse acogida cambió su rostro por una sonrisa infinita y adaptó su presencia al lugar donde fue recalar. Se sintió querida. Como en casa. Y lo es. En poco tiempo un reloj colorado con forma de cabina de teléfono londinense penderá sobre ella y se convertirá en compañero. Lleva ya seis años oyendo risas de niños jugando en la piscina y se siente identificada con sus añoranzas de infancia levantina. Hoy también escucha más cercanos los gorjeos de un bebé. Cosas que pasan en la vida que demuestran que todo ser vive y siente. Se llamó Nárkia por un guiño del momento que sólo tres personas conocen. Las mismas que la trajeron consigo. Por cierto, se trata de una jirafa de madera. ¿Y saben lo mejor? Que esta historia es real.


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