miércoles, 26 de abril de 2017

SABOR AÑEJO

Cuando el regustillo de lo rancio impregnó mi mente de bucólicas sensaciones, un recuerdo bañado en risueño donaire me llevó a plasmar en unas líneas el arrabal de sentimientos de sabor añejo que fluían en mi sesera. Y así, de cervantina manera, me puse a teclear evocando años de vida para mí desconocidos en los que el torno que alimentaba a una familia no eran sino vueltas de quehaceres bien repartidos en los que no había lugar para ridículas malicias de las que hoy en día abundan. Y con barroco arte literario soñé un hogar con un hombre entregado a su trabajo y una excepcional esposa rebosante de amor por sus hijos y cuidados de la hacienda familiar. Y el humo de una chimenea alimentada de leña seca y talada el año anterior que alegremente ardía, trepaba hacia un cielo azul que emulaba en una incipiente primavera el color que se torna en esmeralda de las aguas de los mares cuando el sol las baña de calor. Un puchero con rico guiso se cocía lentamente mientras los niños jugaban derredor de unas banquetas de madera. A su vera un perro de tamaño medio grande agitaba alegremente el rabo contemplando a los menores y aliviando las duquelas que pudieran oprimirle cuando su dueño marchaba. Imperaba la felicidad en esa estampa de la que hoy sólo queda un alto olmo que en su día diera sombra a aquella casa. Visiones de rancio abolengo las que mi cabeza destilaba...


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