jueves, 27 de septiembre de 2018

EL BUENO DE AGUS DURÁN

Agustín era un niño adorable que tenía el pelo como un peluche, era rechonchete, se le podían tirar pellizcos en los carrillos y rezumaba aromas manchegos como el buen pan candeal. Ya desde pequeño fue chistoso y siempre tuvo la bonhomía y buen humor que caracteriza a las gentes de su tierra. Creció bien arraigado a sus costumbres y fue descubriendo que disfrutaba haciendo reír a los demás y que, por qué no decirlo, tenía el don para ello. Así en sus inicios de hombre adulto comenzó a presentarse a concursos de monólogos y a iniciar pequeñas actuaciones en locales que frecuentaban los universitarios. Ello fue levantando sus ganas de comicidad y las comisuras de la gente pues Agustín regalaba lo más preciado que se puede regalar: sonrisas y felicidad.
Hoy en día, el bueno de Agus, como se le conoce, ya no es aquel niño adorable. Tampoco tiene el pelo como un peluche. Directamente no tiene pelo y eso es una de sus señas de identidad pues siempre luce su inseparable gorra y hace chistes de ello. No está rechoncho pero sí sigue manteniendo su raigambre y haciendo gala de ella junto con el buen yantar. Los años han pasado y su siembra está recogiendo merecido fruto. Se lo merece. Se lo merece porque ahora es una persona directamente entrañable, conocida y con los pies en el suelo que no le importa compararse con Mr. Potato con tal de seguir alumbrando risas en la gente. Agus es una persona de las que hacen falta en este mundo pues a base de tontás, modorrás y hacer el zanguángano es capaz de hacer reír a todo un teatro que se llena para verlo y escucharlo. No siempre toda persona está en condiciones de reír pero él siempre está dispuesto a intentarlo. Y es que hacer llorar es fácil pero hacer reír es un arte. Y Agus Durán... es un artista.


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