jueves, 22 de octubre de 2015

DUENDECILLOS



No voy a decir si existen o no, para eso cada uno tiene sus creencias. Tampoco voy a decir si son malos o buenos, para eso cada uno tiene su parecer. Y, por supuesto, ni se me ocurre manifestar si están entre nosotros o no. Lo que diré son cosas reales y del día a día que a todos nos han ocurrido. Ir por una calle llena de talleres de automóviles y que no sepamos de dónde sale olor a pan recién horneado. Saber que no hay nadie en casa del vecino y que tras su puerta se escuche nuestra canción favorita. Tener apetencia de burbujeante limonada, pasar por un bar que acaba de hacerla y un conocido te invita a un vaso. Dejar un papel sobre la mesa, volverte y que ya no esté ahí y aparezca encima de otro mueble. Estar vistiéndote, sacar un par de calcetines del cajón, que desaparezca uno, buscarlo desesperadamente y tenerlo puesto sin recordarlo. Buscar las llaves de casa por todos los rincones posibles y que se encuentren en el bolsillo de la chaqueta que has comprobado concienzudamente varias veces que no estaban. Ir paseando por el bosque en un día sin viento, que estén todos los árboles sin moverse ni una hoja y de pronto una rama en concreto se bambolee a tu paso. Apreciar unas ondas misteriosas en el agua de un estanque sin haber arrojado una piedra ni que hubiera saltado un pez. Lo cierto es que jamás se ha podido demostrar su existencia, pero tampoco su inexistencia. Y no hablo de casualidades, hablo de detalles reales que para bien o para mal rompen nuestra cotidianidad. ¿Duendecillos quizás?


No hay comentarios:

Publicar un comentario