viernes, 6 de marzo de 2015

AMOR ADOLESCENTE

Teníamos entre diecinueve y veinte años. Nos conocimos un sábado noche... o no. No lo recuerdo muy bien. Quizás fuera un viernes. Ebrios los dos nos cruzábamos infinitas miradas entre los grupos de amigos y amigas que nos rodeaban. Fuimos los dos a la vez a pedir una copa a la misma barra y, casualmente, coincidimos codo con codo. El camarero creyendo que éramos pareja nos invitó a un chupito de tequila... o no. Quizás fuera otra cosa. No lo recuerdo muy bien. Pero brindamos sin dirigirnos la palabra mientras nuestros ojos lo decían todo. Volvimos a nuestros respectivos corros y seguimos buscándonos con la mirada en la pista de baile. Cuando sonó la canción de moda fuimos acercándonos inconscientemente conscientes el uno al otro. Y mientras reías con tus amigas coqueteabas conmigo... o no. Lo mismo era yo quien lo hacía contigo esquivando a mis amigos. No lo recuerdo muy bien. Entre copas y miradas fue avanzando la noche y llegó la hora de cierre del último bar que vimos abierto y al que, inconscientemente conscientes, supimos dirigir nuestros grupos de gente aquella noche para seguir nosotros en contacto. Al salir por la puerta te cogí de la mano... o no. No lo recuerdo muy bien. Quizás fuiste tú quien entrelazó sus dedos con los míos. El caso es que nuestros inconscientes amigos más conscientes entonces que nosotros supieron dejarnos a solas. Terminamos en uno de los bancos del parque más cercano sin querernos despedir de aquel momento. Al revés que en la canción de Sabina fuimos descontando horas vestidos y al amanecer nos encontró el sol. Los besos que allí se cruzaron quedaron para nosotros solos... o no. No lo recuerdo muy bien. Quizás nos viera alguien. Y lo que aquella noche ocurrió era, sin duda, fruto del alcohol... O no. Los dos lo sabemos muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario