martes, 24 de marzo de 2015

OTOÑO

La vuelta al cole no había sido tan dura como esperaba. Al fin y al cabo seguía haciendo calor por San Miguel y todavía iba en manga corta y se comía algún helado. El astro Rey pegaba sus últimos coletazos fragorosos y Don Invierno acechaba a la vuelta de la esquina. Ya se intuían por las calles los primeros escaparates con ropa de abrigo y bufandas, pero él seguía sudando en el recreo mientras jugaba al fútbol. Llegaba a casa con el chándal abrochado y se comía con avidez el plato de macarrones con chorizo que había hecho mamá. Era feliz sin saberlo. O al menos no tenía mayores preocupaciones que hacer la tarea y organizar la mochila para el día siguiente. Poco a poco los árboles iban cambiando el color esperanza por tintes marrones y amarillos y el fresco se iba apoderando de las aulas de clase y de la Plaza Mayor. Enseguida se venderían castañas, llegaría el Puente de Todos los Santos y, con la primera helada anunciadora de un gélido invierno, se entretendría en expirar graciosas vaharadas jugando a simular que fumaba. Era tiempo de Otoño y ya estaba metido de pleno en el nuevo curso y deseando una nueva Navidad...
Carlos recordaba con cariño aquellos retazos de infancia veinticinco años después. Decidió escribirlo per saecula. Otoño, querido otoño.


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