viernes, 17 de abril de 2015

AMOR DE RUBIK


Hoy he visto en un programa de televisión a un experimentado informático que con los ojos vendados tardaba sólo cuarenta segundos en hacer un cubo de rubik perfecto. Seis caras y cada una de un color. Impresionante. Con qué facilidad y con qué precisión ha ido girando filas y columnas hasta que ha completado el tangible rompecocos. Realmente asombroso. Al quitarse la venda que le impedía ver y observar que había concluido airoso el lance ha sonreído de satisfacción. El presentador rápidamente le ha preguntado si los mismos conocimientos de lógica, intuición y precisión que había demostrado resolviendo el cubo los aplicaba en la vida real, a lo que el caballero ha respondido que sí salvo a una cosa: al amor. Ha dicho que para el amor nunca hay que tener los ojos tapados. Que jamás hay que girar las piezas con prisa. Que se debe avanzar serenamente y con tacto. Que cada vez que se completa una cara del mismo color hay que saborear el momento antes de iniciar el trabajo con otra cara. Que el éxito no es realizar el cubo de rubik entero si no realizar disfrutando cada una de las caras que lo componen. Y sobre todo que el cubo de amor no se hace con tus dos manos, sino con una mano tuya y otra de la persona que amas. Y sólo si existe perfecta armonía y conjunción entre los dos se lograrán realizar los giros precisos y realizar el cubo íntegramente. Luego ha añadido que su primer cubo de rubik fue un regalo de su esposa hace treinta años, el mismo día de la noche de bodas y que aún está sin concluir. Me he asombrado de nuevo. Entiéndame. Mi asombro no ha sido el cubo que ha hecho en cuarenta segundos sino el que lleva haciendo con su mujer durante treinta años: Amor de rubik.

No hay comentarios:

Publicar un comentario