viernes, 11 de septiembre de 2015

CONTIGO


Sentados cara a cara en una misma mesa sin nadie alrededor. Inclinados el uno hacia el otro en ademán de conjugar protección, confianza, seguridad y poder a partes iguales. La tenue luz de la bombilla de la lámpara que pendía del techo en el centro de la habitación alumbraba la escena. Con las manos aferradas al tiempo para que no se esfumase aquel instante de consuelo, estaban cogidos el uno al otro. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de ambos fruto de la impotencia, la rabia y la frustración. La situación era muy dura y amarga. No había escapatoria a esa dura realidad: en el paro, sin recurso alguno, sin poder sustentar la más mínima economía familiar, con hijos que mantener, amarrados a las cargas financieras, con la alacena vacía y con el peor enemigo que el hombre pueda tener acechando: el hambre. La desesperación y la amargura atenazaban sus almas ajadas. Qué injusta es la vida en muchas ocasiones. La ruleta del azar premia al malvado y castiga al noble. Sólo había una forma de consolarse y coger fuerza para seguir en la brecha y remontar el vuelo recíprocamente. Convertir la unión de sentimientos y fuerzas de un "nosotros" en dos potentes "contigo".


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