martes, 9 de junio de 2015

EL TARRO DE LAS ESENCIAS

Pepe soñaba desde pequeño con ser un gran cocinero. Le apasionaba el mundo de los fogones y los chefs. Imaginaba que algún día crearía grandes guisos y bellos emplatados y pondría su propio restaurante. "El Tarro de las Esencias" se llamaría. La verdad es que siempre tuvo buen gusto y sabía combinar los alimentos a la perfección. Conforme iba creciendo continuaba aprendiendo e iba innovando con las especias y aromas. Cuando cocinaba Pepe todo el portal se enteraba porque sus guisos embriagan de apetitoso los patios de la comunidad. Se formó finalmente como cocinero y con su primer sueldo compró un gran tarro de esencias que colocó estratégicamente en la alacena. Ese tarro fue el que le daba nombre a su restaurante tal cual tenía pensado desde niño. Siempre que guisaba cogía un pellizco de la esencia secreta que guardaba en él y se la echaba al puchero. Y sonreía. Era feliz con su cocina. Nadie sabía su secreto y los platos salían sabrosísimos. Todos los pinches y ayudantes de cocina tenían prohibido abrir aquel tarro y descubrir el secreto. Era algo único y exclusivo del chef. Y el restaurante funcionaba a la perfección. El día que Pepe se jubiló les dijo que les dejaba su tarro lleno de la esencia del secreto. Que lo utilizasen si querían. Pero la verdad es que los menús dejaron de saber igual. Todos pensaron que era porque el nuevo chef se había negado a usar la esencia mágica, aquella especia secreta que utilizaba Pepe. Decidieron entre todos abrir el tarro de las esencias y descubrieron que estaba vacío. ¡¡Siempre había estado vacío!! Pepe los tuvo engañados a todos. No había esencia mágica ni especia secreta. Sólo había una nota de papel: "El condimento para todos los platos es que nos hagan felices". Y esa era la esencia de Pepe. Él era feliz con su trabajo y en el resultado eso se notaba. Ponía un pellizquito de felicidad en lo que hacía. Ese era el secreto. 


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