lunes, 22 de junio de 2015

Y SEGUIR SIEMPRE HAY QUE SEGUIR

Hoy veía a mis hijos jugar alegremente en el bosque y me han invadido los recuerdos... Después de enjugarme las lágrimas de las mejillas por enésima vez en aquel nefasto día, recordé la inocencia de los primeros llantos de la vida. Y seguir siempre hay que seguir. El bebé llora amargamente porque no puede expresar el dolor del primer diente que rompiéndole la encía hará acto de presencia en su vida, hasta que permutando la leche por el hueso sea definitivo a cambio de alguna dádiva a cargo del Ratoncito Pérez. Y seguir siempre hay que seguir. El niño llora amargamente por su primer suspenso en matemáticas hasta que con el paso de los años aprueba con nota el arte de vivir y sonreír y, entonces, supera los exámenes que la vida le pone a su edad sin saber que jamás dejará de examinarse por el destino. Y recuerda que le contaron que de bebé lloraba simplemente porque le estaba saliendo un diente. Y seguir siempre hay que seguir. El adolescente llora amargamente su primera ruptura sentimental cuando la novia con la que ha estado solo unos meses de relación (que para él son un tiempo enorme) lo deja alegando haberse enamorado de otro guaperas de gimnasio y, aquel, sabe que no merece pasar ese mal trago que el destino le ha regalado sin él merecerlo. Y recuerda cuando de niño lloraba simplemente por un suspenso en matemáticas. Y seguir siempre hay que seguir. El adulto llora amargamente cuando en la revisión ginecológica de su mujer le dan la noticia de que el hijo que esperaban juntos jamás llegará a este mundo porque no viene bien formado para afrontar la vida real que le tocaría vivir. Y recuerda cuando de adolescente lloraba simplemente por finalizar una relación de escasos meses. Y seguir siempre hay que seguir...


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