viernes, 10 de octubre de 2014

EL ARMA ERA LA VOZ



No había manera de llegar a su interior. Y ella estaba obcecada en ello. En ello y en él. Porque lo amaba sin límites y no sabía como ganarlo. Sabía que era correspondida pero el gesto impasible e incólume del rostro de su rural enamorado demostraba que ningún halago era suficiente para derribar su muro. La millonaria urbana no sabía cómo demostrarle su amor. Y eso que había hecho gala de su bélico armamento. Lo había invitado al cine al mejor estreno y en la mejor butaca. Lo había llevado a cenar a majestuosos restaurantes en los que el más afamado chef los hubo atendido en persona. No existía viaje más lujoso que el de la Vuelta al Mundo que ella le regaló. Y no había manera. El bello rostro, espejo del alma, no caía ante sus materiales encantos y no manifestaba expresión de amor recíproco alguna. 
Cuando estaba apunto de abandonar su batalla, agotada de despotricar a los cuatro puntos cardinales rabietas infructíferas que no lograban expresar su sentimiento y exhausta de haber utilizado todo su armamento sin éxito, susurró sin querer un "Te Quiero" que impactó directo en el corazón de su amado. Sólo al oírlo cambió el rostro del varón y fueron felices para siempre. El arma era la voz.

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