martes, 28 de octubre de 2014

LA CENA DE LOS AMANTES


Dos enamorados sentados el uno frente al otro en un romántico restaurante comentaron las tres dudas existenciales innatas del hombre: "¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? y ¿A dónde vamos?". El resto de comensales prestaba atención a la conversación pues, ante ese inicio, los vieron capaces de resolver toda duda humana. Siendo ellos mismos puros interrogantes no les costaba entablar conversación sobre preguntas. Eran una pareja que, vista desde fuera, parecería saberlo todo el uno del otro a simple vista, pero realmente ellos sabían que apenas sabían nada material y exterior el uno del otro, salvo que se amaban sin condición. Eso sí lo tenían claro y no hacía falta preguntarlo. Era una respuesta carente de pregunta previa. Ante las atentas escuchas de las personas que en el mismo comedor se hallaban, se cuestionaron por el bagaje cultural, por el origen de sus familias, por sus aspiraciones laborales, por sus bienes y patrimonios, por su modo de vivir de la vida y por mil cuestiones más a las que ambos supieron contestar. Más de uno de entre los presentes se sintió identificado en alguna pregunta o respuesta.
Cuando la llama de la vela que iluminaba la velada se apagó todos habían saciado sus preguntas, tanto los amantes como los espectadores de la escena.  Sólo hubo un interrogante que no supo nadie contestar a lo largo de toda la cena. Pero no importó. Se fue deshilando sólo. En el aire se diluyó un "¿por qué?". No hacía falta preguntarlo. El amor todo lo puede y no tiene pregunta. Es una respuesta.

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