viernes, 12 de diciembre de 2014

EL ÁRBOL DE PAULA

Alguna vez leí que Paula plantó un árbol con su padre Antxón. Y ese árbol llegó a formar parte del Bosque de Telma. Y ese bosque era precioso y encantador. En invierno daba cobijo al caminante y en verano lo arropaba de frescor. Fluía de él una magia especial y todo su conjunto era armonía. Era como un mundo paralelo donde no cabían ni la enemistad ni el rencor. El Bosque de Telma creció a raíz de semillas de amor y vida como de las que germinó y creció al árbol de Paula. Ahí radicaba su espíritu de bondad y vida: en la inocencia y verdad de los niños. Era un bosque de los que enamoran a quien lo ve y de los que contagian a quien lo atraviesa. Una maravilla hecha por la ilusión de dos hermanas y de un padre con valores de la vida que le fueron antes transmitidos y él supo continuar.
Antxón recordaba las palabras de su madre Teresa cuando era niño hablándole de cómo se expande el amor. "El Amor es un gran bosque llamado Humanidad compuesto de árboles que son Personas que ofrecen la imagen de la melodía social. Un bosque humano donde cada sonido es como la primera risa de un bebé, donde cada sabor es como un helado en la decadente primavera, donde cada tacto es como una caricia al alma, donde cada olor es como la limonada recién hecha y el pan recién horneado, donde cada visión es como el remanso de paz de un atardecer en la montaña. Y se transmite de flor en flor, de rama en rama, de árbol en árbol, para que siempre perdure y viva el bosque". Así lo aprendió y así lo enseñó a sus hijas Paula y Telma, a golpe de latido y azada en la tierra húmeda.


Hoy en ese bosque perdura por el aire el espíritu invisible y permanente de las carcajadas, sonrisas, imaginación y juegos con las que Paula, Telma y Antxón, recordando a su madre y abuela, comenzaron la más perfecta obra social jamás creada entre los hombres: sembrar el amor a través de la semilla de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario