martes, 16 de diciembre de 2014

EN LAS SOMBRAS

Javier tenía un aspecto inconfundible. Desaliñado, desarrapado, descuidado, rayando la obsolescencia y con un toque de antigualla sobrevenida. No sonreía jamás. Nadie lo había visto emocionarse y todos los vecinos dudaban de que hubiera sido feliz alguna vez en la vida. Su rostro permanecía impasible ante situaciones que a quien más y a quien menos le sacaban humedad en los lacrimales. Su carácter no era férreo ni pétreo, pero a la luz del día no se le vio nunca un mero esbozo de sonrisa. No gastaba grandes marcas, no se permitía lujos, no cantaba los goles de su equipo, ni jugaba al deporte de moda. En las tascas y tabernas pedía un café con leche o una cortina de vino tinto con un escueto "buenos días". Aparentemente era indomable, insensible, opaco y hermético. Aparentemente...

Tras el prisma con que la sociedad lo veía, Javier parecía todo eso. Esa sociedad que nunca lo entendió cuando él era feliz dándole un caramelo a un niño, ayudando a una ancianita a cruzar la calle, guiando a un ciego por la acera o dando conversación a quien la necesitaba. Esa sociedad que cuando él obraba de corazón y mostraba su más abierta sonrisa le contestaba con escuetos monosílabos y que forjó que Javier dejase de enseñarse como realmente era. Por eso Javier aparentemente era insensible y optó por vivir a su manera. No todo es como las luces de la sociedad indican. Pero en realidad era la bondad en persona, la alegría contenida, el primer hipster del barrio y el más moderno gafapasta que se hubiese conocido. La vela no siempre alumbra como debe y no por no ver lo que hay en las sombras quiere decir que no exista. Hay mucha vida, paz, sentimientos y amor... en las sombras.


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