viernes, 5 de diciembre de 2014

UN SIMPLE WHATSAPP

Llorando en la cama hecha un ovillo le resbalaban lágrimas por las mejillas. Llevaba horas encerrada en su habitación y no entendía cómo habían llegado a esa situación. Era increíble que él no quisiera ceder y no la entendiera. Miraba el móvil sin parar esperando que sonase en cualquier momento y fuese Roberto llamándola. Ella se prometía no llamarlo. Si quería solucionarlo que fuera él quien diera el paso. Y cada segundo que pasaba, cada minuto que avanzaba en el reloj, la angustia la invadía y el orgullo se iba apoderando de ella. No y no. No cedería.
Enfurruñado en el sofá de su casa mantenía el rostro airado y los ojos secos. Los hombres no lloran, pensaba, mientras por su interior no podía contener un llanto ahogado. Era inaudito que ella no quisiera ceder y no lo entendiera. Miraba el móvil sin parar esperando que sonase en cualquier momento y fuese Noelia llamándolo. Él se prometía no llamarla. Si quería solucionarlo que fuera ella quien diera el paso. Y cada segundo que pasaba, cada minuto que avanzaba en el reloj, la angustia lo invadía y el orgullo se iba apoderando de él. No y no. No cedería.

Pasaron unas horas lamentables para ambos. Era un choque de trenes testarudos que no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer. Pero por algún mágico motivo de esos que sólo el amor puede explicar, se dieron cuenta a la vez que el orgullo no engorda y puede tragarse de vez en cuando. Ambos cogieron sus teléfonos móviles al mismo tiempo. Se querían y eso era realmente lo que importaba. Ella lo buscó a él en su listado de contactos. Él la busco a ella en los suyos. Los dos se dieron cuenta que el otro aparecía en línea en la aplicación de mensajería instantánea. Noelia descubrió en la pantalla un "Roberto está escribiendo". En el móvil de Roberto podía leerse "Noelia está escribiendo". Sendos teléfonos emitieron un sonido simultáneo. Los dos abalanzaron su vista sobre las pantallas y vieron su emoticono favorito. Ella había cedido. Él había cedido. La angustia y el orgullo desaparecieron. Roberto y Noelia sonrieron a la par. Se conocían bien. Supieron interpretar un "perdóname, lo siento, te necesito, te quiero" en ese icono, en un simple whatsapp.

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