viernes, 9 de enero de 2015

ISLA DESIERTA

Consumiéndose aceleradamente en solitario divagaba sobre tiempos pasados. Había tenido todo y todo lo había perdido. Grandes lujos, coches último modelo, caros ropajes, viajes alucinantes y el incondicional amor de su fiel amada. Sin darse cuenta o tal vez sí se pasó los mejores años de su vida fanfarroneando y dándoselas de Don sin dín. Y mientra reía a carcajada limpia e insana sobre su lujuriosa vida se permitió el pecado de la infidelidad. Eso lo mató realmente. Él no quería verlo pues seguía en su vida de excesos y no le faltaba de nada, ni tan siquiera bellas señoritas de compañía con las que vacilar en las fiestas de gala, pagadas a base de talonario y con indómitos corazones no entregados sino por un puñado de dólares. Tan grande era su materialidad como el vacío que le iba ocupando su corrupto interior. Él sólo se había fraguado ese destino.
Exiliado en su particular playa virgen, adquirida en una magnífica subasta, se despojó mentalmente de todos sus lujos y se entregó a sus pensamientos. La conciencia le dictó Sentencia: "Jamás tuviste tesoro mayor que el amor que traicionaste". Se dio cuenta de que con ella era feliz y le sobraban sus artificiales y adinerados bienes. Ya era demasiado tarde. Estando rodeado de lujos y magnificencias, sin ella,  su vida era una isla desierta.


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