martes, 19 de mayo de 2015

EL MEJOR REGALO


La Noche de Reyes había dejado infinidad de regalos en todos los hogares. Muchos juguetes envueltos en llamativos papeles de colores amanecían en las casas por donde ya habían pasado Melchor, Gaspar y Baltasar y eran abiertos entre las ilusiones y risas de los niños esperando que en el interior de los paquetes estuvieran sus peticiones. Era sin duda el día más especial de la Navidad para los más pequeños y el día que todo niño merece ser feliz. Por supuesto también había paquetes y regalos para los mayores. Incluso algo de ropa, cinturones, camisas, colonias y esos detalles que puntualmente traen sus Majestades de Oriente para todos los papás. Sin embargo, en el hogar de Gonzalo y Claudia sólo apareció un paquete. Era una pobre caja mediana de cartón reciclado, bondadosamente ataviada con un lazo rojo que también era reciclado de otro envoltorio. Dentro no escondía un magnífico excaletric, ni una play station, ni el fuerte de playmobil, ni un juego de cocinitas, ni un triciclo nuevo. Ni siquiera había un chandal para mamá o un paquete de calcetines para papá. De hecho, eran un matrimonio que todavía no eran padres y contaban con el dinero justo para poder ir pagando su hipoteca y de vez en cuando cenar fuera un barato menú dándose un capricho, más bien llamado lujo. Pero aquella caja guardaba el mayor regalo que ambos se pudieran hacer, el más preciado tesoro que entre ellos podían regalarse: un amor sano y renovado compartido entre los dos.

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